Miguel Ángel Lens (1951-2011), Halagabal. Ediciones Literatura gris. Buenos Aires. 2007. Sin datos del fotógrafo.
Griselda García
Permitida y deseada la reproducción citando la fuente de la eterna juventud
Miguel Ángel Lens | Luna y baldío
Miguel Ángel Lens (1951-2011), Halagabal. Ediciones Literatura gris. Buenos Aires. 2007. Sin datos del fotógrafo.
Juan Carlos Moisés | Al día siguiente del funeral
Juan Carlos Moisés | Al día siguiente del funeral
Al día siguiente del funeral de mi padre
en un cuaderno Arte escribí un poema
que cubrió ocho hojas completas:
fue una catarsis, un poema río
que me arrastró aguas abajo.
Pasaron varios meses
antes de animarme a releer esas líneas.
Las corregí sin piedad, como hace la muerte,
fui sacando palabras íntimas, innecesarias,
partes enteras, y me quedé con lo único
que fue capaz de nombrar el momento: nada.
No quedó nada, ni una sílaba, ni una coma
de ese largo poema a mi padre
que había sido hecho de pena y de todo.
Santiago Espel | Hándicap
Pero ya basta de palabras gastadas; basta ya de ornamentos.
¿Hablar por fuera del poema me da derechos sobre el lector?
¿No corro el riesgo de convertirme en un cerúleo pontífice?
Santiago Espel. Hándicap (Variaciones portátiles). La carta de Oliver. Buenos Aires. 2025.
[S.E. lo hace de nuevo. Texto que obliga a ir más lentamente. Por su concisión, compacidad, no te la podés beber de un trago, aunque lo hice, como siempre. Ahora, pocos libros resisten una relectura. Este sí. Y en su reverberación se revela más y más cada vez.]
No siempre el río devuelve el cuerpo de los ahogados...;
y menos sus datos. Nuestro río es una lápida sin nombre.
Una conversación sobre la luz
Una conversación sobre la luz
No puedo imaginar un poema sin un espacio físico
la fantasía y los recuerdos son para mí la misma cosa
no sé escribir más que sobre personas imaginarias
aunque a veces hice excepciones, como en todo
si usted dice que mi poesía es elitista, se lo voy a discutir
nosotros teníamos pudor por mostrar nuestras cosas privadas
en cambio usted, querida, usted ha escrito "resistir"
no diga eso, da un poco de risa, y, en su caso, un poco de pudor
me interesa la luz, aunque sobre ella no se pueda hablar
una conversación sobre la luz carece de sentido
me gustan las pinturas donde hay mucho contraste
como Cézanne: adonde no llegaba su mirada, no pintaba
y usted, querida, ¿por qué escribe sobre lo que el corazón no ve?
Griselda García
Imagen: Paul Cézanne. "Bodegón con manzanas y naranjas". 1895.
Enrique Solinas | Habla dormido
Enrique Solinas | Habla dormido
Gira su cabeza en torno,
con los ojos cerrados,
a un ruido que percibe.
No existe ese sonido,
seguro es la voz
del miedo.
Dice o parece que dice,
“no hay abandono
más grande
en esta tierra,
ni crimen imposible…”
y retoma el dormir.
Es que a veces
nadie sabe lo que piensa,
y lo que dice o parece que dice,
resulta conocido.
Luego despertará
y mirará desconcertado.
Dirá que soy su hermano menor,
lo jurará por su próxima tumba
que algún enterrador ya está cavando
en algún cementerio próximo
a mi desesperación.
Nada se puede hacer sino esperar
a que pase el tiempo.
(EL TIEMPO:
ese animal que muerde las entrañas;
ese ingenuo feroz que nos cercena.)
Como cuando éramos jóvenes
y, a la orilla del río,
pescábamos en silencio.
Javier Adúriz | El gato
Javier Adúriz | El gato
No me llores, Lulita, no hagás de todo esto una tragedia.
¿No ves? tuve razón: estaba escrofuloso. ¿No viste, no lo viste:
lo errático que estaba, su poco pelo, ese cansancio de hambre?
Lo que no sabíamos era su gana de muerte. A la final,
fue de cajón el sórdido desplome hacia el machimbre.
Qué vas a hacer, mi amor. No hay que llorar. Y menos
acá en la basura… A más, a quién le importa, decime.
A quién le importa si subía o bajaba del cielo por la noche.
A quién le cabe si miraba o remiraba con odio. Amarillos
los ojos, los tiene cualquier gato. Cuantimás este maula
que hizo lo suyo duro. Sin ardor en exceso, sin lamerse
con furia las heridas… Por dios, aquí hay olvido nada más…
Tomá, gastate un trago… Si me oyeras, si me oyeras un poco
lo que hablo. Ya sé que era tu príncipe. Y qué, y qué.
No nos sacó de ésta, ¿no? A quién le importa tu compasión,
los años de incierto entendimiento. Ese mirarse a los ojos
como quien mira a alguien, a la ternura, a un compañero…
Comprendo, el fin de la ilusión. Lo comprendo de veras.
Pero no me hagas de esto una elegía. Lo juro, yo te entiendo
que sus pulgas comían tu congoja. Y qué, por dios, y qué.
Miremos juntos otra vez lo alto en lo sucio de la noche.
Estamos solos, Lulita. Y me quiero reír y así no puedo.
Por favor, acariciame, acariciame un poco. Si el olvido
es el don de la miseria. Te lo ruego, Lulita, detesto
lo blandengue. No concedás a la emoción enferma.
Javier Adúriz (Buenos Aires, 1948-2011). Poesía completa. Ediciones del Dock. Buenos Aires. 2014. Foto: Carolina Cortés.
Sylvia Plath | El otoño de las ranas
![]() |
Sylvia Plath | El otoño de las ranas
[traducción: Griselda García]El verano envejece, madre de sangre fría.
Los insectos escasean, escuálidos.
En estos palustres hogares solo
croamos y nos marchitamos.
Las mañanas se disipan en somnolencia.
El sol brilla tardío
entre los juncos sin médula. Las moscas nos fallan.
El pantano enferma.
La escarcha deja caer aun a la araña. Claramente,
el genio de la plenitud
se aloja en otra parte. Nuestro pueblo adelgaza
lamentablemente.
FROG AUTUMN
Summer grows old, cold-blooded mother.
The insects are scant, skinny.
In these palustral homes we only
Croak and wither.
Mornings dissipate in somnolence.
The sun brightens tardily
Among the pithless reeds. Flies fail us.
he fen sickens.
Frost drops even the spider. Clearly
The genius of plenitude
Houses himself elsewhwere. Our folk thin
Lamentably.
NB: Esta traducción puede variar de aquí a un tiempo. Gracias, vuelva pronto.
Leonard Cohen | Cómo pude haber dudado
Dejé de buscarte
dejé de esperarte
dejé de morir por vos
y empecé a morir por mí
envejecí rápido
me volví gordo de cara
y blando de panza
y olvidé que alguna vez te había amado
estaba viejo
no tenía foco ni misión
giraba alrededor de comer y comprar
ropa más y más grande
y olvidé por qué odiaba
cada largo momento mío por llenar
por qué volviste a mí esta noche
ni siquiera puedo levantarme de esta silla
las lágrimas caen por mis mejillas
estoy enamorado otra vez
puedo vivir así.
How Could I Have Doubted
Leonard Cohen
I stopped looking for you
I stopped waiting for you
I stopped dying for you
and I started dying for myself
I aged rapidly
I became fat in the face
and soft in the gut
and I forgot that I’d ever loved you
I was old
I had no focus, no mission
I wandered around eating and buying
bigger and bigger clothes
and I forgot why I hated
every long moment that was mine to fill
Why did you come back to me tonight
I can’t even get off this chair
Tears run down my cheeks
I am in love again
I can live like this
Leonard Cohen (Montreal, 1924 - Los Ángeles, 2016), Book of Longing. HarperCollins Books. Canadá. 2006. Traducción: Griselda García.
Foto: Unknown-photographer. Cohen on Hydra at typewriter. 1960s. © Leonard Cohen Family Trust.
N.B.: Esta traducción está en periódica revisión.
Bouquet Garní + SPAM (2015)
Clic acá para leerlo gratis en línea, bajarlo, difundirlo por todos los medios que creas conveniente.
Tus amigas, octubre 2022. La carta de Oliver.
Irene Gruss | Era
Irene Gruss | Era
Yo era la que dormía
y despertaba
con un hombre no a mi lado
sino en mi cabeza.
Ellos levantaban la persiana y me
hacían renegar por lo rayos
del sol, cuando era de día, o
por lo tarde de la hora,
cuando las hojas del tilo rechinan
y agrietan entonces el aire.
Yo me dormía pensando en
la cara y el gesto
del próximo hombre, y éste
no llegaba nunca ni se atrevía
a golpearme la puerta.
La mañana era siempre igual:
desinfectaba los delirios nocturnos
suavemente, y amontonaba
ecos, almohadones desamparados.
Irene Gruss. La mitad de la verdad. Bajo la luna. Buenos Aires. 2008.
Sylvia Plath | La rival
Sylvia Plath | La rival
[traducción: GG]
Si la luna sonriera, se parecería a vos.
Das la misma impresión
de algo hermoso, pero aniquilador.
Ambos brillan con luz prestada.
Su boca en O apena al mundo; la tuya está inafectada,
y tu don principal es transformar todo en piedra.
Me despierto ante un mausoleo; estás acá,
golpeteando con tus dedos en la mesa de mármol, buscás cigarrillos,
maligno como una mujer, pero no tan nervioso,
y te morís por decir algo incontestable.
También la luna abusa de sus súbditos,
pero a la luz del día resulta ridícula.
Tus insatisfacciones, por otra parte,
llegan por el buzón con amorosa regularidad,
blancas y vacías, expansivas como el monóxido de carbono.
No hay día a salvo de noticias tuyas,
mientras paseás por África, tal vez, pero pensás en mí.
If the moon smiled, she would resemble you.
You leave the same impression
Of something beautiful, but annihilating.
Both of you are great light borrowers.
Her O-mouth grieves at the world; yours is unaffected,
And your first gift is making stone out of everything.
I wake to a mausoleum; you are here,
Ticking your fingers on the marble table, looking for cigarettes,
Spiteful as a woman, but not so nervous,
And dying to say something unanswerable.
The moon, too, abuses her subjects,
But in the daytime she is ridiculous.
Your dissatisfactions, on the other hand,
Arrive through the mailslot with loving regularity,
White and blank, expansive as carbon monoxide.
No day is safe from news of you,
Walking about in Africa maybe, but thinking of me.
Sylvia Plath (Boston, 1932 – Londres, 1963), The Collected Poems. HarperCollins. New York. 2008. Traducción: Griselda García.
NB: Esta traducción puede variar de aquí a un tiempo. Gracias, vuelva pronto.
Soledad Galván | Margaritas
José Watanabe | Cielo de hospital
santa
vaciada
Blanca Varela
Mi útero de humo
sale por la chimenea y se disuelve como nimbo
en este cielo que nunca tiene violencias.
Una violencia de cielo me hubiera consolado más.
Una enfermera cruza el jardín, ninguna
flor anuncia mi dolor. El dolor sólo está
en los confines de la carne que aún resta.
Mi útero
debió irse como un globo festivo
lleno de novios y nonatos. Él me convertía
en un animal muy bello
cuando urdía otro cuerpo.
Debió irse entonces
como un odre de dioses, ebrio y feliz, no víscera
de triste mamífero
en la bandeja de cirugía, no huevo
de la amargura.
La muerte se me acunó como hijo
y ahora también es humo de crematorio.
La cólera
o el ansia de belleza que impulsa a los árboles
a restituir la rama podada, está conmigo. Todo será
restablecido.
Voy a formar
una matriz nueva, un cuenco hondo como dos manos juntas,
no para fruto, no importa si huera
pero ahí.
José Watanabe (Laredo, 1945- Lima, 2007). Poesía completa. Editorial Pre-Textos. Valencia. 2013.
Raymond Carver | Madera balsa
Raymond Carver | Madera balsa
[traducción: Griselda García]
Mi papá está parado frente a una sartén con sesos
y huevos. Pero, ¿quién tiene apetito
esta mañana? Me siento frágil como
la madera balsa. Algo ha sido dicho.
Mamá lo dijo. ¿Qué fue? Algo,
seguro, acerca del dinero. Ayudar
si no como. Papá le da la espalda a la hornalla,
"Estoy en un agujero. No me hundas más".
La luz se filtra a través de la ventana. Alguien llora.
Lo último que recuerdo es el olor
a sesos y huevos quemados. La mañana entera
arrojada al tacho de basura y mezclada
con otras cosas. Más tarde,
él y yo vamos al basurero, a unos quince kilómetros.
No hablamos. Tiramos bolsas y cajas
a una pila oscura. Las ratas chillan.
Silban mientras se mueven entre bolsas podridas
arrastrando sus panzas. Volvemos al auto
a mirar el humo y el fuego. El motor está encendido.
Huelo el pegamento para avioncitos en mis dedos.
Él me mira mientras me llevo los dedos a la nariz.
Después aparta la mirada otra vez, hacia la ciudad.
Quiere decir algo pero no puede.
Está a un millón de kilómetros de distancia. Ambos estamos lejos
de ahí, y alguien todavía está llorando. En ese momento
empezaba a entender cómo es posible
estar en un lugar y en otro lugar también.
Balsa wood
My dad is at the stove in front of a pan with brains
and eggs. But who has any appetite
this morning? I feel flimsy as
balsa wood. Something has just been said.
My mom said it. What was it? Something,
I’ll bet, that bears on money. I’ll do my part
if I don’t eat. Dad turns his back on the stove,
“I´m in hole. Don’t dig me deeper”.
Light leaks in from the window. Someone’s crying.
The last thing I recall is the smell
of burned brains and eggs. The whole morning
is shoveled into the garbage and mixed
with other things. Sometime later
he and I drive to the dump, ten miles out.
We don’t talk. We throw out bags and cartons
onto a dark mound. Rats screech.
They whistle as they crawl out of rotten sacks
dragging their bellies. We get back in the car
to watch the smoke and fire. The motor’s running.
I smell the airplane glue on my fingers.
He looks at me as I bring my fingers to my nose.
Then looks away again, toward town.
He wants to say something but can’t.
He’s a million miles away. We’re both far away
from there, and still someone’s crying. Even then
I was beginning to understand how it’s possible
to be in one place. And someplace else, too.
Raymond Carver
Foto: Evgeny Karchevsky
Simone Brantes | Las chicas de la varita mágica
Simone Brantes | Las chicas de la varita mágica
Cuando tenía unos once años
tres nenas en la biblioteca del colegio me
dijeron: hacé el resumen, vos lo sabés hacer
escribís esas cosas
mejor que nosotras
Eran tres nenas que apenas
me conocían, ¿cómo podían saber
lo que yo misma no
sabía?
Tal vez solo quisieran
que alguien lo hiciera
y me convencieron
inventando una capacidad
que no tenía
para que hiciera
lo que no querían
no sabían
o no les daba
placer
Recuerdo el nombre de ellas
una pelirroja
las otras morenas
Hasta hoy agradezco
por un don que empecé a tener
y también porque hoy
como profesora
de chicos de la edad que yo tenía
puedo mentirles
creyendo realmente
que es posible
la invención
de todos los dones
Gabriela Schuhmacher | A la hora de la cena
Gabriela Schuhmacher (Santa Fe, 1970), Golpe de frío. Ediciones UNL. Santa Fe. 2021.
Melisa Gnesutta | El otro linaje
Melisa Gnesutta | El otro linaje
Todo lo nuestro
se hizo con ofrendas.
Los gajos de potus
la mesa donde comemos
las sábanas de la cama
todo regalo y herencia.
También mi cuerpo
y mi forma de hacer mundo.
Madre siempre me empujó al linaje paterno:
estos son tus antepasados
cruzaron el mar
fundaron un nombre
estas son sus comidas
toma vermouth como su abuelo
esa ira le viene del padre.
Sin embargo,
mi infancia fue un patio
con una mujer minúscula
moliendo maíz a las gallinas
las piernas suaves
las manos oscuras
los ojos de niña.
Madre de mi madre.
En esa casta de agua
crecí como un gajito
trepada al mandarino
y escupiendo las semillas
en su tierra.
Melisa Gnesutta (Río Cuarto 1984), Patios de verano. Cartografías. Río Cuarto. 2020.
Mary Oliver | El fuego
Mary Oliver | El fuego
Aquel invierno parecía que la ciudad
estaba siempre incendiándose — noche tras noche
ardían las llamas, sonaban las sirenas.
Chamuscados pero vivos, los vagabundos corrían
aullando por las calles heladas.
Aquel invierno mi mente había dado un vuelco,
dejando caer, como hojas, capas y capas de información —
hasta alcanzar, a través de la historia,
mi corazón inmóvil.
En aquel tiempo, ya estaba lista, pero tenía miedo.
Es decir, quería vivir mi vida
pero no hacer lo que debía hacer
para seguir, es decir: volver atrás.
Todo el invierno el fuego siguió ardiendo,
el humo se arremolinaba, las llamas crecían.
Empecé a maldecir, a tropezar, a ahogarme.
Todo, solemnemente, me conducía a eso —
al llanto, que siempre es tan difícil.
Después, sobre mi cabeza flotaba el techo al rojo vivo
mis pies eran pantuflas de fuego, mi voz
se golpeaba contra la verdad, mis puños
contra las llamas para encontrar la salida —
terrible, triste, mortal y tolerable
la puerta se abrió para siempre mientras yo ardía.
Mary Oliver (Maple Heights, Ohio, 1935- Hobe Sound, Florida, 2019), El trabajo del sueño. Traducción: Natalia Leiderman y Patricio Foglia. Ediciones Caleta Olivia. Buenos Aires. 2021.
Charles Bukowski | El cordón
the shoelace
a woman, a
tire that’s flat, a
disease, a
desire; fears in front of you,
fears that hold so still
you can study them
like pieces on a
chessboard . . .
it’s not the large things that
send a man to the
madhouse. death he’s ready for, or
murder, incest, robbery, fire, flood . . .
no, it’s the continuing series of small tragedies
that send a man to the
madhouse . . .
not the death of his love
but a shoelace that snaps
with no time left . . .
the dread of life
is that swarm of trivialities
that can kill quicker than cancer
and which are always there –
license plates or taxes
or expired driver’s license,
or hiring or firing,
doing it or having it done to you, or
constipation
speeding tickets
rickets or crickets or mice or termites or
roaches or flies or a
broken hook on a
screen, or out of gas
or too much gas,
the sink’s stopped-up, the landlord’s drunk,
the president doesn’t care and the governor’s
crazy.
light switch broken, mattress like a
porcupine;
$105 for a tune-up, carburetor and fuel pump at
Sears Roebuck;
and the phone bill’s up and the market’s
down
and the toilet chain is
broken,
and the light has burned out –
the hall light, the front light, the back light
the inner light; it’s
darker than hell
and twice as
expensive.
Then there’s always crabs and ingrown toenails
and people who insist they’re
your friends;
there’s always that and worse;
leaky faucet, Christ and Christmas;
blue salami, 9 day rains,
50 cent avocados
and purple
liverwurst.
or making it
as a waitress at Norm’s on the split shift,
or as an emptier of
bedpans,
or as a carwash or a busboy
or a stealer of old lady’s purses
leaving them screaming on the sidewalks
with broken arms at the age of
80.
suddenly
2 red lights in your rear view mirror
and blood in your
underwear;
toothache, and $979 for a bridge
$300 for a gold
tooth,
and China and Russia and America, and
long hair and short hair and no
hair, and beards and no
faces, and plenty of zigzag, but no
pot, except maybe one to piss in and
the other one around your
gut.
with each broken shoelace
out of one hundred broken shoelaces,
one man, one woman, one
thing enters a
madhouse.
when you
bend over.
Adrienne Rich | Traducciones
Adrienne Rich | Traducciones
[traducción: GG]
Me mostrás poemas de alguna mujer
de mi edad, o más joven,
traducidos de tu lengua
Hay palabras: enemigo, horno, tristeza
suficientes para convencerme
de que es una mujer de mi tiempo
obsesionada
con el Amor, nuestro tema:
lo hemos guiado como hiedra a nuestras paredes
lo cocinamos como pan en nuestros hornos
lo cargamos como plomo en nuestros tobillos
lo hemos visto con binoculares como si
fuera un helicóptero
que trajera comida para la hambruna
o el satélite
de un poder hostil
Comienzo a ver a esa mujer
mientras hace cosas: revuelve arroz
plancha una pollera
tipea un manuscrito hasta el amanecer
Trata de hacer un llamado
desde una cabina
El teléfono suena sin respuesta
en el cuarto de un hombre
ella oye que le dice a alguien
no te preocupes, ya se va a cansar
oye que le cuenta su historia a su hermana
que se vuelve enemiga
y que, a su tiempo
velará su propio camino hacia la tristeza
ignorante de que este camino de dolor
es compartido, innecesario
y político
Translations
You show me the poems of some woman
my age, or younger
translated from your language
Certain words occur: enemy, oven, sorrow
enough to let me know
she’s a woman of my time
obsessed
with Love, our subject:
we’ve trained it like ivy to our walls
baked it like bread in our ovens
worn it like lead on our ankles
watched it through binoculars as if
it were a helicopter
bringing food to our famine
or the satellite
of a hostile power
I begin to see that woman
doing things: stirring rice
ironing a skirt
typing a manuscript till dawn
trying to make a call
from a phonebook
the phone rings unanswered
in a man’s bedroom
she hears him telling someone else
never mind. she’ll get tired—
hears him telling her story to her sister
who becomes her enemy
and will in her own time
light her own way to sorrow
ignorant of the fact this way of grief
is shared, unnecessary
and political
Sharon Olds | La premonición
[traducción: GG]
Cuando llegábamos a la isla, llevaba a los chicos
hasta el Centro Comunitario,
el estacionamiento hervía de chicos, una
prole de caras en el espejo,
solo sus cabezas visibles
sobre el baúl del auto.
Tenía tanto miedo de atropellar a algún chico
que tuve que estacionar en otro lugar, sentí
que el auto tiraba hacia adelante,
lanzándose como un tiburón hambriento.
Veía los brazos quietos, el diseño
escarlata en espiguilla sobre el pecho, la
cabeza partida como un huevo suave y marrón, lo vi
tan claramente que creí que era una advertencia,
fui más lento, más lento, salvaje de tan cuidadosa,
y me sentí segura solo en casa,
en la cama, tu cuerpo en una torre de marfil
dentro de mi cuerpo, y el condón
roto y la semilla rasgada dentro de mí como una
llama que arranca la parte superior de una torre
a la noche dijiste que
no querías, de ningún modo, tener otro hijo,
y entonces supe quién era el que estaba
en el centro del charco de sangre, las marcas
oscuras de los neumáticos sobre su pecho, donde el
auto había pisado hacia atrás y adelante, atrás y adelante.
Sharon Olds. The gold cell. Alfred A. Knopf. New York. 1987. Traducción: GG.
Foto: Thanos Pal.
Miryam Hache | Mi amiga dice que deberíamos congelar nuestros óvulos
Miryam Hache | Mi amiga dice que deberíamos congelar nuestros óvulos
Mi
amiga dice que deberíamos congelar nuestros óvulos.
Por
eso de que estamos en el pico de la fertilidad y luego ya nunca más
y
luego ya.
A
mí, que me gustan tantos lxs niñxs,
me
parece sensato,
y
entonces miro por la ventana y veo solo gente corrida por el viento
o
fui solo viento,
porque
no podría entrar
siquiera
en
la patética mercantilización de la vida
que
prosigue alimentada de monedas cada vez más etéreas yo,
si
quisiera,
no
podría abonar la cuota,
ni
el procedimiento,
ni
la expectativa de un refugio firme después del tiempo yo,
volví
a coger con hombres de otros países,
y
he vuelto a tener amigas de veintipocos años
y
ya ni sé si son ellas las avanzadas al mundo
con
sentimientos de rebeldía tan acordes a estar vivas,
con
la disconformidad del que piensa tan en la lengua,
o
si yo las elijo para preservar la idea
de
un futuro posible,
para
proyectar juntas,
la
idea de un futuro posible,
donde
todos somos lo que queríamos ser,
lo
que debíamos ser,
y
yo no era esta que sube a la cima de un cerro a buscar la redención
o
la iluminación en un retiro colectivo al desierto
yo,
ya
había entendido el absurdismo de Camus,
y
era Sísifo el héroe del sin sentido en en el ocaso
del
centro,
de
todos los centros trazados en mapas.
Pero
hace años que Sísifo ya no sube montañas,
y
se desplaza entre raves y ciudades,
entre
nosotras y planicies,
y a nadie le importa
porque estamos leyendo nuestras
cartas astrales online.
Andamos yermas pero hemos probado
casi todas las drogas,
y no, no sé amiga,
si me sigue preocupando
si criaré a los hijos de los otros
o si no criaré a nadie nunca jamás
y no serán mis células
reproduciendo la vida
entremezclada a las fauces del
capital.
Nosotras andamos
tan sin hijos
pero tan acompañadas
que quizá la vejez
llegue trenzada de hábitos
comunales y parques.
¿Yermas?
Vos que arrancaste mil proyectos
y viajaste a todas esas ciudades
y yo que leí tantos libros y tuve
tantos trabajos,
y nosotras que vamos ungidas de
brotes por todas las películas que hemos visto,
y todas las fiestas y tardes de
lagunas al sol,
y nuestros cuerpos
que han dormido en todos esos
aviones y barcos
tal vez nunca germinen más vida que
la nuestra,
y se deshaga aquella idea de un
futuro estable
en la explanada de una tierra tan
firme
como su manto de basura,
como la cadencia de la enfermedad
de aquellas madres,
de algunas madres,
que solo supieron ser madres,
y se anularon como artistas,
y se anularon como mujeres.
Nuestras propias y santas madres
que devinieron estampas de madres
y nos rompieron el corazón.
Tal vez aquella idea vetusta sobre
el futuro que vendría
deje de importarnos
y yo pueda acostarme con hombres y
mujeres de tantas edades
y entremos en un círculo vital,
en un hilo de música
en el que pueda escribir:
El futuro no existe y ya no me
importa.
Y sigamos metidas en la armonía del
bucle sin tiempo,
y todo aquello que debíamos ser
se nos quede adentro
del olvido más cierto.