Emily Dickinson | Me encierran en la Prosa

Emily Dickinson | Me encierran en la Prosa
[traducción: Griselda García]


Me encierran en la Prosa -
como cuando era una Niña
me metían en el Ropero —
porque me querían "quieta" —

¡Quieta! Si hubieran espiado —
y visto mi Cerebro — dar vueltas —
podrían haber metido a un Pájaro
por Traición — en el Corral —

Él no tiene más que desearlo
y fácil como una Estrella
burlarse del Cautiverio —
y reír — Igual que yo —



They shut me up in Prose – (445)

They shut me up in Prose –
As when a little Girl
They put me in the Closet –
Because they liked me “still” –

Still! Could themself have peeped –
And seen my Brain – go round –
They might as wise have lodged a Bird
For Treason – in the Pound –

Himself has but to will
And easy as a Star
Look down opon Captivity –
And laugh – No more have I –



Emily Dickinson (Amherst, Massachusetts, 1830-1886). Tomado de www.poetryfoundation.org. Traducción: Griselda García. Imagen: habitación de Emily Dickinson en su casa, en Amherst, Massachusetts, hoy The Emily Dickinson Museum.


N.B.: Esta traducción se revisa con periodicidad. Si copia y pega en su sitio, vuelva a menudo a ver cómo avanza (o retrocede).

Sylvia Plath | El otoño de las ranas


Sylvia Plath | El otoño de las ranas

[traducción: Griselda García]


El verano envejece, madre de sangre fría.
Los insectos escasean, escuálidos.
En estos palustres hogares solo
croamos y nos marchitamos.

Las mañanas se disipan en somnolencia.
El sol brilla tardío
entre los juncos sin médula. Las moscas nos fallan.
El pantano enferma.

La escarcha deja caer aun a la araña. Claramente,
el genio de la plenitud
se aloja en otra parte. Nuestro pueblo adelgaza
lamentablemente.



FROG AUTUMN

Summer grows old, cold-blooded mother.
The insects are scant, skinny.
In these palustral homes we only
Croak and wither.

Mornings dissipate in somnolence.
The sun brightens tardily
Among the pithless reeds. Flies fail us.
he fen sickens.

Frost drops even the spider. Clearly
The genius of plenitude
Houses himself elsewhwere. Our folk thin
Lamentably.


Sylvia Plath (Boston, 1932 – Londres, 1963), The Collected Poems. HarperCollins. New York. 2008. Traducción: Griselda García. Foto: The Lilly Library, Indiana University, Bloomington, Indiana.


NB: Esta traducción puede variar de aquí a un tiempo. Gracias, vuelva pronto.



Leonard Cohen | Cómo pude haber dudado




Leonard Cohen | Cómo pude haber dudado


Dejé de buscarte
dejé de esperarte
dejé de morir por vos
y empecé a morir por mí
envejecí rápido
me volví gordo de cara
y blando de panza
y olvidé que alguna vez te había amado
estaba viejo
no tenía foco ni misión
giraba alrededor de comer y comprar
ropa más y más grande
y olvidé por qué odiaba
cada largo momento mío por llenar
por qué volviste a mí esta noche
ni siquiera puedo levantarme de esta silla
las lágrimas caen por mis mejillas
estoy enamorado otra vez
puedo vivir así.




How Could I Have Doubted
Leonard Cohen


I stopped looking for you
I stopped waiting for you
I stopped dying for you
and I started dying for myself
I aged rapidly
I became fat in the face
and soft in the gut
and I forgot that I’d ever loved you
I was old
I had no focus, no mission
I wandered around eating and buying
bigger and bigger clothes
and I forgot why I hated
every long moment that was mine to fill
Why did you come back to me tonight
I can’t even get off this chair
Tears run down my cheeks
I am in love again
I can live like this


Leonard Cohen (Montreal, 1924 - Los Ángeles, 2016), Book of Longing. HarperCollins Books. Canadá. 2006. Traducción: Griselda García.


Foto: Unknown-photographer. Cohen on Hydra at typewriter. 1960s. © Leonard Cohen Family Trust.


N.B.: Esta traducción está en periódica revisión.





Tus amigas, octubre 2022. La carta de Oliver.


GG | Escasez

Oye, amiga salió mi libro, ¿no me quieres comprar uno?
necesito dinero, anda, no seas malita
qué placer venir a Buenos Aires y conocerte, eres padrísima
qué gusto que vinieras a mi país, tienes casa si vas a visitarme
¿sabes adónde te voy a llevar? a los toros
cada vez que voy me dan ganas de coger, debe ser algo instintivo
a qué no sabes qué me pasó, salí del depa apurado y perdí la SUBE
caminé siete, ocho bloques, en kioscos ninguno la vendía
hasta que el último me dice mira, ¿sabes qué?
no la vas a conseguir, hay escasez
son señales de que mi tiempo aquí va llegando a su fin
mira, ya ves, te conocí a ti, fui a leer a festivales
me van a publicar gratis mi próximo libro
¿fiestamanecer te gusta como título? ¿de vieja te parece?
ay qué mala eres, ¿y qué tal res? ¿te gusta más?
¡exigente, ah! eso me gusta de ti
exígeme, defórmame hasta la fealdad.

Griselda García. Tus amigas. La carta de Oliver. Buenos Aires. 2022.
clic para comprarlo (envío a todo Argentina).

Irene Gruss | Era

Foto: Jorge Freidemberg






Irene Gruss | Era


Yo era la que dormía
y despertaba
con un hombre no a mi lado
sino en mi cabeza.
Ellos levantaban la persiana y me
hacían renegar por lo rayos
del sol, cuando era de día, o
por lo tarde de la hora,
cuando las hojas del tilo rechinan
y agrietan entonces el aire.
Yo me dormía pensando en
la cara y el gesto
del próximo hombre, y éste
no llegaba nunca ni se atrevía
a golpearme la puerta.
La mañana era siempre igual:
desinfectaba los delirios nocturnos
suavemente, y amontonaba
ecos, almohadones desamparados.



Irene Gruss. La mitad de la verdad. Bajo la luna. Buenos Aires. 2008.

Sylvia Plath | La rival

 

Foto: The Lilly Library, Indiana University, Bloomington, Indiana



Sylvia Plath | La rival
[traducción: GG]


Si la luna sonriera, se parecería a vos.
Das la misma impresión
de algo hermoso, pero aniquilador.
Ambos brillan con luz prestada.
Su boca en O apena al mundo; la tuya está inafectada,

y tu don principal es transformar todo en piedra.
Me despierto ante un mausoleo; estás acá,
golpeteando con tus dedos en la mesa de mármol, buscás cigarrillos,
maligno como una mujer, pero no tan nervioso,
y te morís por decir algo incontestable.

También la luna abusa de sus súbditos,
pero a la luz del día resulta ridícula.
Tus insatisfacciones, por otra parte,
llegan por el buzón con amorosa regularidad,
blancas y vacías, expansivas como el monóxido de carbono.

No hay día a salvo de noticias tuyas,
mientras paseás por África, tal vez, pero pensás en mí.



The Rival

If the moon smiled, she would resemble you.
You leave the same impression
Of something beautiful, but annihilating.
Both of you are great light borrowers.
Her O-mouth grieves at the world; yours is unaffected,

And your first gift is making stone out of everything.
I wake to a mausoleum; you are here,
Ticking your fingers on the marble table, looking for cigarettes,
Spiteful as a woman, but not so nervous,
And dying to say something unanswerable.

The moon, too, abuses her subjects,
But in the daytime she is ridiculous.
Your dissatisfactions, on the other hand,
Arrive through the mailslot with loving regularity,
White and blank, expansive as carbon monoxide.

No day is safe from news of you,
Walking about in Africa maybe, but thinking of me.



Sylvia Plath (Boston, 1932 – Londres, 1963), The Collected Poems. HarperCollins. New York. 2008. Traducción: Griselda García.


NB: Esta traducción puede variar de aquí a un tiempo. Gracias, vuelva pronto.

Soledad Galván | Margaritas

 



Soledad Galván | Margaritas
inclinada sobre la mesa de metal
limpia con cepillo
los restos de alguien
que alguna vez
paseó por las tardes del pueblo
con un vestido de margaritas
inclinada sobre la mesa de metal
recompone una talla menudita
son gráciles los huesos de mujer
piensa
toma distancia y piensa también
en la obstinación de las margaritas
mensajeras chiquitas
aferradas a lo roto
señalando
las apariciones.
Soledad Galván (Bell Ville, 1972). Jardín. 100 poemas sobre flores. 100 poetas argentinxs. Camalote. 2021.

José Watanabe | Cielo de hospital




José Watanabe | Cielo de hospital


santa
vaciada
Blanca Varela


Mi útero de humo
sale por la chimenea y se disuelve como nimbo
en este cielo que nunca tiene violencias.
Una violencia de cielo me hubiera consolado más.

Una enfermera cruza el jardín, ninguna
flor anuncia mi dolor. El dolor sólo está
en los confines de la carne que aún resta.

Mi útero
debió irse como un globo festivo
lleno de novios y nonatos. Él me convertía
en un animal muy bello
cuando urdía otro cuerpo.
Debió irse entonces
como un odre de dioses, ebrio y feliz, no víscera
de triste mamífero
en la bandeja de cirugía, no huevo
de la amargura.

La muerte se me acunó como hijo
y ahora también es humo de crematorio.
La cólera
o el ansia de belleza que impulsa a los árboles
a restituir la rama podada, está conmigo. Todo será
restablecido.
Voy a formar
una matriz nueva, un cuenco hondo como dos manos juntas,
no para fruto, no importa si huera

pero ahí.


José Watanabe (Laredo, 1945- Lima, 2007). Poesía completa. Editorial Pre-Textos. Valencia. 2013.

Raymond Carver | Madera balsa

 



Raymond Carver | Madera balsa
[traducción: Griselda García]


Mi papá está parado frente a una sartén con sesos
y huevos. Pero, ¿quién tiene apetito
esta mañana? Me siento frágil como
la madera balsa. Algo ha sido dicho.
Mamá lo dijo. ¿Qué fue? Algo,
seguro, acerca del dinero. Ayudar
si no como. Papá le da la espalda a la hornalla,
"Estoy en un agujero. No me hundas más".
La luz se filtra a través de la ventana. Alguien llora.
Lo último que recuerdo es el olor
a sesos y huevos quemados. La mañana entera
arrojada al tacho de basura y mezclada
con otras cosas. Más tarde,
él y yo vamos al basurero, a unos quince kilómetros.
No hablamos. Tiramos bolsas y cajas
a una pila oscura. Las ratas chillan.
Silban mientras se mueven entre bolsas podridas
arrastrando sus panzas. Volvemos al auto
a mirar el humo y el fuego. El motor está encendido.
Huelo el pegamento para avioncitos en mis dedos.
Él me mira mientras me llevo los dedos a la nariz.
Después aparta la mirada otra vez, hacia la ciudad.
Quiere decir algo pero no puede.
Está a un millón de kilómetros de distancia. Ambos estamos lejos
de ahí, y alguien todavía está llorando. En ese momento
empezaba a entender cómo es posible
estar en un lugar y en otro lugar también.





Balsa wood

My dad is at the stove in front of a pan with brains
and eggs. But who has any appetite
this morning? I feel flimsy as
balsa wood. Something has just been said.
My mom said it. What was it? Something,
I’ll bet, that bears on money. I’ll do my part
if I don’t eat. Dad turns his back on the stove,
“I´m in hole. Don’t dig me deeper”.
Light leaks in from the window. Someone’s crying.
The last thing I recall is the smell
of burned brains and eggs. The whole morning
is shoveled into the garbage and mixed
with other things. Sometime later
he and I drive to the dump, ten miles out.
We don’t talk. We throw out bags and cartons
onto a dark mound. Rats screech.
They whistle as they crawl out of rotten sacks
dragging their bellies. We get back in the car
to watch the smoke and fire. The motor’s running.
I smell the airplane glue on my fingers.
He looks at me as I bring my fingers to my nose.
Then looks away again, toward town.
He wants to say something but can’t.
He’s a million miles away. We’re both far away
from there, and still someone’s crying. Even then
I was beginning to understand how it’s possible
to be in one place. And someplace else, too.


Raymond Carver 

Foto: Evgeny Karchevsky 

Simone Brantes | Las chicas de la varita mágica




Simone Brantes | Las chicas de la varita mágica


Cuando tenía unos once años
tres nenas en la biblioteca del colegio me
dijeron: hacé el resumen, vos lo sabés hacer
escribís esas cosas
mejor que nosotras
Eran tres nenas que apenas
me conocían, ¿cómo podían saber
lo que yo misma no
sabía?
Tal vez solo quisieran
que alguien lo hiciera
y me convencieron
inventando una capacidad
que no tenía
para que hiciera
lo que no querían
no sabían
o no les daba
placer
Recuerdo el nombre de ellas
una pelirroja
las otras morenas
Hasta hoy agradezco
por un don que empecé a tener
y también porque hoy
como profesora
de chicos de la edad que yo tenía
puedo mentirles
creyendo realmente
que es posible
la invención
de todos los dones


Simone Brantes (Nova Friburgo, 1963). En Tejer & destejer. 7 poetas contemporáneas del Brasil. Selección y traducción: Agustina Roca. Prólogo: Susana Scramim. Ediciones Bajo la luna. Buenos Aires. 2020.


Gabriela Schuhmacher | A la hora de la cena



 Gabriela Schuhmacher | A la hora de la cena


Cuando niña, los perros de las casas
seguían mis recolecciones
de frutos silvestres y luego se esfumaban.
Sentada sobre algún tronco caído, desgarbada
y flaca como era, no había hombres
que sospecharan mi presencia. Inadvertida,
preservada por la noche, miraba las estrellas
y elegía una. Con la palma abierta
la tapaba y seguía con otra,
nada perturbaba la regla del cielo:
lo oculto brilla a años luz.
Convencida, de regreso a casa,
como los guardianes de los pobladores,
me acercaba a comer. 
Diferenciarse en la oscuridad
es el trabajo de una vida.


Gabriela Schuhmacher (Santa Fe, 1970), Golpe de frío. Ediciones UNL. Santa Fe. 2021.

Melisa Gnesutta | El otro linaje

 

Foto: Liz Mellano - Gabriela Bellandi

Melisa Gnesutta | El otro linaje


Todo lo nuestro

se hizo con ofrendas.

Los gajos de potus

la mesa donde comemos

las sábanas de la cama

todo regalo y herencia.

También mi cuerpo

y mi forma de hacer mundo.


Madre siempre me empujó al linaje paterno:

estos son tus antepasados

cruzaron el mar

fundaron un nombre

estas son sus comidas

toma vermouth como su abuelo

esa ira le viene del padre.


Sin embargo,

mi infancia fue un patio

con una mujer minúscula

moliendo maíz a las gallinas

las piernas suaves

las manos oscuras

los ojos de niña.

Madre de mi madre.

En esa casta de agua

crecí como un gajito

trepada al mandarino

y escupiendo las semillas

en su tierra.


Melisa Gnesutta (Río Cuarto 1984), Patios de verano. Cartografías. Río Cuarto. 2020.

Mary Oliver | El fuego




Mary Oliver | El fuego



Aquel invierno parecía que la ciudad
estaba siempre incendiándose — noche tras noche
ardían las llamas, sonaban las sirenas.
Chamuscados pero vivos, los vagabundos corrían
aullando por las calles heladas.
Aquel invierno mi mente había dado un vuelco,
dejando caer, como hojas, capas y capas de información —
hasta alcanzar, a través de la historia,
mi corazón inmóvil.
En aquel tiempo, ya estaba lista, pero tenía miedo.
Es decir, quería vivir mi vida
pero no hacer lo que debía hacer
para seguir, es decir: volver atrás.
Todo el invierno el fuego siguió ardiendo,
el humo se arremolinaba, las llamas crecían.
Empecé a maldecir, a tropezar, a ahogarme.
Todo, solemnemente, me conducía a eso —
al llanto, que siempre es tan difícil.

Después, sobre mi cabeza flotaba el techo al rojo vivo
mis pies eran pantuflas de fuego, mi voz
se golpeaba contra la verdad, mis puños
contra las llamas para encontrar la salida —
terrible, triste, mortal y tolerable
la puerta se abrió para siempre mientras yo ardía.



Mary Oliver (Maple Heights, Ohio, 1935- Hobe Sound, Florida, 2019), El trabajo del sueño. Traducción: Natalia Leiderman y Patricio Foglia. Ediciones Caleta Olivia. Buenos Aires. 2021.

Charles Bukowski | El cordón



Charles Bukowski | El cordón


Una mujer, una 
goma baja, una
enfermedad, un
deseo, miedos frente a vos,
miedos tan firmes 
que los podés estudiar
como piezas en un
tablero de ajedrez...
no son las grandes cosas las que
mandan a un hombre al 
loquero. Está preparado para la muerte, o 
el asesinato, el incesto, el robo, el incendio, la inundación...
no, es la serie continua de pequeñas tragedias
lo que lleva a un hombre al
loquero...
no la muerte de su amor
sino un cordón que se rompe
cuando no hay tiempo...

el horror de la vida
es esa nube de trivialidades
que puede matar más rápido que el cáncer
que está siempre ahí-
las patentes o los impuestos
o el carnet de conducir vencido,
o contratar o despedir,
tener que hacerlo o que te lo hagan a vos, o
la constipación
multas por exceso de velocidad
polillas o grillos o ratones o termitas o
cucarachas o moscas o un hueco en el 
mosquitero, o sin gas
o demasiado gas,
la pileta se tapó, el encargado está borracho,
al presidente no le importa y el gobernador está
loco.
el interruptor de la luz roto, el colchón como un 
puercoespín;
$105 por una afinación, el carburador y la bomba de nafta en Sears Roebuck;
y la factura del teléfono que sube, y el mercado 
que baja
y la cadena del inodoro está
rota,
y la lamparita que se quemó-
la luz del pasillo, la del frente, la de atrás
la de adentro; está
más oscuro que el infierno
y el doble de 
caro.
Además siempre hay ladillas y uñas encarnadas
y gente que insiste en que son
tus amigos;
siempre está eso y cosas peores;
una canilla que gotea, Cristo y la Navidad;
el salame azul, 9 días de lluvia,
paltas a 50 centavos
y leverwurst
púrpura.

o meterse
como camarera en Norm´s con horario partido,
o de vaciador de
chatas,
o de lavador de autos o mozo
o ladrón de carteras de ancianas
que las deja gritando en la vereda
con un brazo roto a los 80
años.

de pronto
2 luces rojas en tu espejo retrovisor
y sangre en tu
ropa interior;
dolor de muelas y $979 por un puente
$300 por una funda
de oro,
y China y Rusia y América, y 
el pelo largo y el pelo corto y sin
pelo, y barbas y sin 
rostros, y muchas sedas pero no
porro, excepto quizás uno para mear y 
otro para tu 
panza.

con cada cordón roto
de cada cien cordones rotos,
un hombre, una mujer, una
cosa entra al 
loquero.

así que tené cuidado
cuando te 
agaches.





the shoelace


a woman, a
tire that’s flat, a
disease, a
desire; fears in front of you,
fears that hold so still
you can study them
like pieces on a
chessboard . . .
it’s not the large things that
send a man to the
madhouse. death he’s ready for, or
murder, incest, robbery, fire, flood . . .
no, it’s the continuing series of small tragedies
that send a man to the
madhouse . . .
not the death of his love
but a shoelace that snaps
with no time left . . .
the dread of life

is that swarm of trivialities
that can kill quicker than cancer
and which are always there –
license plates or taxes
or expired driver’s license,
or hiring or firing,
doing it or having it done to you, or
constipation
speeding tickets
rickets or crickets or mice or termites or
roaches or flies or a
broken hook on a
screen, or out of gas
or too much gas,
the sink’s stopped-up, the landlord’s drunk,
the president doesn’t care and the governor’s
crazy.
light switch broken, mattress like a
porcupine;
$105 for a tune-up, carburetor and fuel pump at
Sears Roebuck;
and the phone bill’s up and the market’s
down
and the toilet chain is
broken,
and the light has burned out –
the hall light, the front light, the back light
the inner light; it’s
darker than hell
and twice as
expensive.
Then there’s always crabs and ingrown toenails
and people who insist they’re
your friends;
there’s always that and worse;
leaky faucet, Christ and Christmas;
blue salami, 9 day rains,
50 cent avocados
and purple
liverwurst.

or making it
as a waitress at Norm’s on the split shift,
or as an emptier of
bedpans,
or as a carwash or a busboy
or a stealer of old lady’s purses
leaving them screaming on the sidewalks
with broken arms at the age of
80.

suddenly
2 red lights in your rear view mirror
and blood in your
underwear;
toothache, and $979 for a bridge
$300 for a gold
tooth,
and China and Russia and America, and
long hair and short hair and no
hair, and beards and no
faces, and plenty of zigzag, but no
pot, except maybe one to piss in and
the other one around your
gut.

with each broken shoelace
out of one hundred broken shoelaces,
one man, one woman, one
thing enters a
madhouse.

so be careful
when you
bend over.



Charles Bukowski (Andernach, 1920 - Los Ángeles, 1994). Traducción: Griselda García.


N.B.: Esta traducción se revisa periódicamente.

Adrienne Rich | Traducciones

Eamonn McCabe / Camera Press / Redux




Adrienne Rich | Traducciones
[traducción: GG]


Me mostrás poemas de alguna mujer
de mi edad, o más joven,
traducidos de tu lengua

Hay palabras: enemigo, horno, tristeza
suficientes para convencerme
de que es una mujer de mi tiempo

obsesionada

con el Amor, nuestro tema:
lo hemos guiado como hiedra a nuestras paredes
lo cocinamos como pan en nuestros hornos
lo cargamos como plomo en nuestros tobillos
lo hemos visto con binoculares como si
fuera un helicóptero
que trajera comida para la hambruna
o el satélite
de un poder hostil

Comienzo a ver a esa mujer
mientras hace cosas: revuelve arroz
plancha una pollera
tipea un manuscrito hasta el amanecer

Trata de hacer un llamado
desde una cabina

El teléfono suena sin respuesta
en el cuarto de un hombre
ella oye que le dice a alguien
no te preocupes, ya se va a cansar
oye que le cuenta su historia a su hermana

que se vuelve enemiga
y que, a su tiempo
velará su propio camino hacia la tristeza

ignorante de que este camino de dolor
es compartido, innecesario
y político




Translations

You show me the poems of some woman
my age, or younger
translated from your language

Certain words occur: enemy, oven, sorrow
enough to let me know
she’s a woman of my time

obsessed

with Love, our subject:
we’ve trained it like ivy to our walls
baked it like bread in our ovens
worn it like lead on our ankles
watched it through binoculars as if
it were a helicopter
bringing food to our famine
or the satellite
of a hostile power

I begin to see that woman
doing things: stirring rice
ironing a skirt
typing a manuscript till dawn

trying to make a call
from a phonebook

the phone rings unanswered
in a man’s bedroom
she hears him telling someone else
never mind. she’ll get tired—
hears him telling her story to her sister

who becomes her enemy
and will in her own time
light her own way to sorrow

ignorant of the fact this way of grief
is shared, unnecessary
and political



Adrienne Rich (Baltimore, 1929 - California, 2012). Traducción: GG.


N.B.: Esta traducción puede cambiar en el futuro.

Sharon Olds | La premonición





Sharon Olds | La premonición

[traducción: GG]



Cuando llegábamos a la isla, llevaba a los chicos
hasta el Centro Comunitario,
el estacionamiento hervía de chicos, una
prole de caras en el espejo,
solo sus cabezas visibles
sobre el baúl del auto.
Tenía tanto miedo de atropellar a algún chico
que tuve que estacionar en otro lugar, sentí
que el auto tiraba hacia adelante,
lanzándose como un tiburón hambriento.
Veía los brazos quietos, el diseño
escarlata en espiguilla sobre el pecho, la
cabeza partida como un huevo suave y marrón, lo vi
tan claramente que creí que era una advertencia,
fui más lento, más lento, salvaje de tan cuidadosa,
y me sentí segura solo en casa,
en la cama, tu cuerpo en una torre de marfil
dentro de mi cuerpo, y el condón
roto y la semilla rasgada dentro de mí como una
llama que arranca la parte superior de una torre
a la noche dijiste que
no querías, de ningún modo, tener otro hijo,
y entonces supe quién era el que estaba
en el centro del charco de sangre, las marcas
oscuras de los neumáticos sobre su pecho, donde el
auto había pisado hacia atrás y adelante, atrás y adelante.


Sharon Olds. The gold cell. Alfred A. Knopf. New York. 1987. Traducción: GG.
Foto: Thanos Pal.


N.B.: Esta traducción puede cambiar con periodicidad.


Miryam Hache | Mi amiga dice que deberíamos congelar nuestros óvulos

 



Miryam Hache | Mi amiga dice que deberíamos congelar nuestros óvulos

 

Mi amiga dice que deberíamos congelar nuestros óvulos.

Por eso de que estamos en el pico de la fertilidad y luego ya nunca más

y luego ya.

A mí, que me gustan tantos lxs niñxs,

me parece sensato,

y entonces miro por la ventana y veo solo gente corrida por el viento

o fui solo viento,

porque no podría entrar

siquiera

en la patética mercantilización de la vida

que prosigue alimentada de monedas cada vez más etéreas yo,

si quisiera,

no podría abonar la cuota,

ni el procedimiento,

ni la expectativa de un refugio firme después del tiempo yo,

volví a coger con hombres de otros países,

y he vuelto a tener amigas de veintipocos años

y ya ni sé si son ellas las avanzadas al mundo

con sentimientos de rebeldía tan acordes a estar vivas,

con la disconformidad del que piensa tan en la lengua,

o si yo las elijo para preservar la idea

de un futuro posible,

para proyectar juntas,

la idea de un futuro posible,

donde todos somos lo que queríamos ser,

lo que debíamos ser,

y yo no era esta que sube a la cima de un cerro a buscar la redención

o la iluminación en un retiro colectivo al desierto

yo,

ya había entendido el absurdismo de Camus,

y era Sísifo el héroe del sin sentido en en el ocaso

del centro,

de todos los centros trazados en mapas.

 

Pero hace años que Sísifo ya no sube montañas,

y se desplaza entre raves y ciudades,

entre nosotras y planicies,

y a nadie le importa

porque estamos leyendo nuestras cartas astrales online.

 

Andamos yermas pero hemos probado casi todas las drogas,

y no, no sé amiga,

si me sigue preocupando

si criaré a los hijos de los otros

o si no criaré a nadie nunca jamás

y no serán mis células reproduciendo la vida

entremezclada a las fauces del capital.

Nosotras andamos

tan sin hijos

pero tan acompañadas

que quizá la vejez

llegue trenzada de hábitos comunales y parques.

¿Yermas?

Vos que arrancaste mil proyectos

y viajaste a todas esas ciudades

y yo que leí tantos libros y tuve tantos trabajos,

y nosotras que vamos ungidas de brotes por todas las películas que hemos visto,

y todas las fiestas y tardes de lagunas al sol,

y nuestros cuerpos

que han dormido en todos esos aviones y barcos

 

tal vez nunca germinen más vida que la nuestra,

 

y se deshaga aquella idea de un futuro estable

en la explanada de una tierra tan firme

como su manto de basura,

como la cadencia de la enfermedad de aquellas madres,

de algunas madres,

que solo supieron ser madres,

y se anularon como artistas,

y se anularon como mujeres.

 

Nuestras propias y santas madres

que devinieron estampas de madres

y nos rompieron el corazón.

 

Tal vez aquella idea vetusta sobre el futuro que vendría

deje de importarnos

y yo pueda acostarme con hombres y mujeres de tantas edades

y entremos en un círculo vital,

en un hilo de música

en el que pueda escribir:

El futuro no existe y ya no me importa.

Y sigamos metidas en la armonía del bucle sin tiempo,

y todo aquello que debíamos ser

se nos quede adentro

del olvido más cierto.

 

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Alberto E. Mazzocchi | Este mar guarda el secreto



Alberto E. Mazzocchi | Este mar guarda el secreto


Olvidaba decirte 
que el mar guarda el secreto
que yo no escribí en las piedras mi nombre
ni dejé a propósito una huella en el suelo
encontré la verdadera tristeza en estos cadáveres de pájaros
pero si también he apartado la arena
fue por algo
no temas que las hierbas divulguen mi muerte
las hierbas guardan el secreto
y si he perdido alguna medalla hace mucho
en ellas no hay ninguna leyenda
no temas que en las medallas se diga algo de mi muerte
las medallas son demasiado pequeñas
para escribir en ellas una leyenda
las gaviotas no saben nada
saben de sus nidos y del día
y del alimento que flota en el agua
pero tú sabes que muchos bosques han desaparecido
pero en esos caminos lo único que puedes hallar
es la soledad
no temas
es la soledad que se nutre
y no mi manto ni mi blusa
ni un cabello mío que ha quedado en alguna rama
el viento también guarda el secreto
si inclina los árboles las ramas atas de los árboles
y desparrama las hojas pequeñas de los pinos
o si despeina un niño pobre
o si sacude la falda de una mujer pobre
no es para decir mi nombre
la noche está allá en el barranco
donde estuvo siempre allá en el barranco
este mar guarda el secreto
no dirá a nadie que he muerto.

Otoño de 1958


Poema que Alberto E. Mazzocchi debió escribir probablemente poco antes de su última tentativa suicida, el jueves 26 de junio de 1958. El manuscrito cubría la pila de las carpetas que contenían la totalidad de su obra poética.

*

Realmente hubiera podido
no decidir suicidarme si mi encendedor
si estuviera seguro que mi encendedor
no se me perdiera o no se me deteriorara
si estuviera seguro que mi encendedor
fuera lo suficientemente bello
para retenerme en esta vida
para estar en esta vida
y encender mis cigarrillos de mala marca
con él
y mirar con su luz las cosas en la oscuridad
y alumbrar con él un camino en la oscuridad.



Alberto E. Mazzocchi (Las Varillas, 1937- Córdoba, 1960), Alberto E. Mazzocchi. Vida, muerte y poesía. Antología a cargo de Iván Wielikosielek. Postales japonesas. Córdoba. 2020. 

Dylan Thomas | No entres dócilmente en esa noche quieta




Dylan Thomas | No entres dócilmente en esa noche quieta


No entres dócilmente en esa noche quieta.
La vejez debería delirar y arder cuando se cierra el día;
Rabia, rabia, contra la agonía de la luz.

Aunque los sabios al morir entiendan que la tiniebla es justa,
porque sus palabras no ensartaron relámpagos
no entran dócilmente en esa noche quieta.

Los buenos, que tras la última inquietud lloran por ese brillo
con que sus actos frágiles pudieron danzar en una bahía verde
rabian, rabian contra la agonía de la luz.

Los locos que atraparon y cantaron al sol en su carrera
y aprenden, ya muy tarde, que llenaron de pena su camino
no entran dócilmente en esa noche quieta.

Los solemnes, cercanos a la muerte, que ven con mirada deslumbrante
cuánto los ojos ciegos pudieron alegrarse y arder como meteoros
rabian, rabian contra la agonía de la luz.

Y tú mi padre, allí, en tu triste apogeo
maldice, bendice, que yo ahora imploro con la vehemencia de tus lágrimas.
No entres dócilmente en esa noche quieta.
Rabia, rabia contra la agonía de la luz.







Do not go gentle into that good night


Do not go gentle into that good night,

Old age should burn and rave at close of day;
Rage, rage against the dying of the light.

Though wise men at their end know dark is right,
Because their words had forked no lightning they
Do not go gentle into that good night.

Good men, the last wave by, crying how bright
Their frail deeds might have danced in a green bay,
Rage, rage against the dying of the light.

Wild men who caught and sang the sun in flight,
And learn, too late, they grieved it on its way,
Do not go gentle into that good night.

Grave men, near death, who see with blinding sight
Blind eyes could blaze like meteors and be gay,
Rage, rage against the dying of the light.

And you, my father, there on the sad height,
Curse, bless, me now with your fierce tears, I pray.
Do not go gentle into that good night.

Rage, rage against the dying of the light.



Dylan Thomas (Gales, 1914-Nueva York, 1953). Traducción: Elizabeth Azcona Cranwell. Clic aquí para escucharlo recitado por el autor.