Leonard Cohen | El colapso del zen




Leonard Cohen | El colapso del zen


Cuando puedo calzar mi cara 
en el lugar
y luchar con mi respiración
mientras ella baja sus dedos ansiosos
         para separarse
para ayudarme a usar toda la boca
contra su voracidad
su hambre más privada
¿para qué quiero iluminarme? -
¿me perdí de algo?
¿me olvidé del mosquito de ayer
o el fantasma hambriento de mañana?

Cuando puedo vagar por esta colina con un cuchillo en la espalda
por beber tanto Chateau Latour
y derramar mi corazón sobre el valle
de las luces de Caguas
y quedarme petrificado cuando el perro guardián
sale babeando detrás los arbustos
y se niega a reconocerme
y ahí estamos, sí, desorientados
sobre quién debe matar al otro primero –
y yo me muevo y él se mueve,
y él se mueve y yo me muevo,
¿para qué quiero iluminarme?
¿dejé algo afuera?
¿hubo algún mundo que no haya abrazado?
¿algún hueso que no robé?

Cuando Jesús me ama tanto que la sangre
brota de su corazón
y subo por una escalera de metal
hasta el hueco de su pecho
causado por una tristeza más grande que la China
y entro a la habitación interior con ropa blanca
y suplico y ruego:
“Éste no, Señor. Ése no, Señor. Te lo ruego, Señor”
y miro a través de sus ojos
cómo se cagan en los indefensos otra vez
y el tierno pezón en flor de la humanidad
es atrapado por las pinzas
de poder, músculo y dinero –
¿para qué quiero iluminarme?
¿fallé en reconocer alguna cucaracha?
¿algún insecto en el flujo de mi majestad?

Cuando “los hombres son estúpidos y las mujeres están locas”
y todos duermen en San Juan y Caguas
y todos están enamorados menos yo
y todos tienen una religión y un novio
y un gran genio para la soledad –

Cuando puedo babear por todos los universos
y desnudar a una mujer sin tocarla
y hacer mandados para mi orina
y ofrecer mis enormes hombros plateados
a la cabeza de alfiler de la luna –
Cuando mi corazón está roto como de costumbre
por la belleza evanescente de alguien
y plan tras plan
se desvanece como un reino sin escritura
y, mirá, me abro paso jadeando
hasta la estación de incomparable privacidad
de Sahara
y agito el aire para hacer un oscuro capullo
de fácil olvido –
¿por qué temblar en el altar de la iluminación?
¿por qué querría sonreír para siempre?



Leonard Cohen | The collapse of zen


When I can wedge my face
into the place
and struggle with my breathing
as she brings her eager fingers down
          to separate herself,
to help me use my whole mouth
against her hungriness,
          her most private of hungers –
why should I want to be enlightened?
Is there something that I missed?
Have I forgotten yesterday’s mosquito
or tomorrow’s hungry ghost?

When I can roam this hill with a knife in my back
caused by too much drinking of Chateau Latour
and spill my heart into the valley
          of the lights of the Caguas
and freeze in fear as the watchdog
comes drooling out of the bushes
and refuses to recognize me
and there we are, yes, bewildered
as to who should kill the other first –
and I move and it moves,
and it moves and I move,
why should I want to be enlightened?
Did I leave something out?
Was there some world I failed to embrace?
Some bone I didn’t steal?

When Jesus loves me so much that blood
          comes out of his heart
and I climb a metal ladder
into the hole in his bosom
which is caused by sorrow as big as China
and I enter the innermost room wearing white clothes
and I entreat and I plead:
“Not this one, Sir. Not that one, Sir. I beg you, Sir.”
and I look through His eyes
as the helpless are shit on again
and the tender blooming nipple of mankind
is caught in the pincers
of power and muscle and money –
why should I seek enlightenment?
Did I fail to recognize some cockroach?
Some vermin in the ooze of my majesty?

When ‘men are stupid and women are crazy’
and everyone is asleep in San Juan and Caguas
and everyone is in love but me
and everyone has a religion and a boyfriend
and a great genius for loneliness –

When I can dribble over all the universes
and undress a woman without touching her
and run errands for my urine
         and offer my huge silver shoulders
to the pinhead moon –
When my heart is broken as usual
over someone’s evanescent beauty
and design after design
they fade like kingdoms with no writing
and, look, I wheeze my way
up to the station of Sahara’s
          incomparable privacy
and churn the air into a dark cocoon
of effortless forgetting –
why should I shiver on the altar of enlightenment?
why should I want to smile forever? 




Leonard Cohen (Montreal, 1924 - Los Ángeles, 2016), Book of Longing. HarperCollins Books. Canadá. 2006. Traducción: Griselda García.


N.B.: Esta traducción está en periódica revisión.


1 comentario:

  1. Gracias .- Otra version :

    EL COLAPSO DEL ZEN
    - el Libro del Anhelo, de Leonard Cohen

    Cuando puedo meter toda la cara
    ahí
    tratando de respirar
    mientras ella baja sus ávidos dedos
    para abrirse más
    y ayudarme a usar toda la boca
    contra su voracidad,
    su hambre más privada —
    ¿para qué iba yo a querer iluminarme?
    ¿Me he perdido algo?
    ¿Me he olvidado del mosquito de ayer
    o del hambriento fantasma de mañana?
    Cuando puedo andar por esta colina con un puñal en la espalda
    de beber tanto Château Latour
    y verter mi corazón en el valle
    de las luces de Caguas [6]
    y quedarme petrificado cuando el perro guardián
    sale babeando tras los matorrales
    y se niega a reconocerme
    y ahí estamos, sí, desconcertados
    ante quién debe matar al otro primero —
    y yo me muevo y él se mueve, y él se mueve
    y yo me muevo,
    ¿para qué iba yo a querer iluminarme?
    ¿Me he olvidado de algo?
    ¿Algún mundo que no haya abrazado?
    ¿Algún hueso que no robara?
    Cuando Jesús me ama tanto que la sangre
    brota de su corazón
    y subo por la escalera metálica
    hasta el agujero de su pecho
    abierto por un dolor más grande que China
    y entro en la habitación interior con una túnica blanca
    y ruego e imploro:
    «Éste no, Señor. Aquél no, Señor. Te lo suplico, Señor»
    y miro fijamente a Sus ojos
    mientras a los desamparados les vuelve a caer toda la mierda
    y el tierno pezón floreciente de la humanidad
    es cogido con unas tenazas
    de poder, músculo y dinero —
    ¿para qué iba yo a buscar la iluminación?
    ¿Acaso hubo una cucaracha que no reconociera?
    ¿Algunas sabandijas en el cieno de mi majestad?
    Cuando «los hombres son estúpidos y las mujeres están locas»
    y todos duermen en San Juan y Caguas
    y todos están enamorados menos yo
    y todos tienen una religión y un novio
    y un gran genio para la soledad —
    Cuando puedo babear por todos los universos
    y desnudar a una mujer sin tocarla
    y hacer recados para mi orina
    y ofrecer mi enorme espalda de plata
    a la diminuta luna —
    Cuando mi corazón está roto como de costumbre
    por la evanescente belleza de alguna
    y un plan tras otro
    se desvanece como un reino sin palabras
    y, mira, subo resollando
    hasta la estación de incomparable aislamiento
    de Sahara
    y agito el aire hasta hacer un oscuro capullo
    de fácil olvido —
    ¿por qué iba yo a querer temblar en el altar de la iluminación?
    ¿por qué iba yo a querer sonreír para siempre?
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