Literatura
Latinoamericana I/ Cátedra Colombi/ 2011/ Universidad de Buenos
Aires.
Analice la representación del español (o europeo) en las Memorias de Fray
Servando, centrándose en capítulos o fragmentos a elección.
En 1794 Fray Servando pronuncia un polémico sermón
frente a las autoridades virreinales. En él afirmaba que la Virgen de Guadalupe
era anterior a la llegada de los españoles a América. Su argumentación, que
echaba por tierra uno de los justificativos para la Conquista, le valió la
expatriación a España como forma de impedir la difusión de sus ideas.
En una de sus estadías en prisión Servando escribe
sus Memorias. Para desarrollar
diversas situaciones narrativas se vale de la matriz del pícaro: camina a pie,
no tiene dinero, tiene hambre, su origen es ilegal.[1]
Servando es hábil en brindar una imagen enaltecida de sí mismo,
definiéndose como erudito y letrado. Hará de esas cualidades una hipérbole,
erigiéndose en una figura de autoridad a la hora de hablar de lo que ve en sus
viajes. Según Colombi: “La exageración de
todas las circunstancias brinda una España desquiciada donde la hipérbole da
lugar a una retórica de los extremos.” Si bien el uso de la hipérbole no es
privativo de Servando, sí “alcanza en su
viaje un virtuosismo tal que se convierte en el régimen sobre el cual descansa
toda complexión del texto”.[2]
Construirá, así, un espacio de superioridad que era el que ostentaban
hasta ese momento los españoles en América. Se trata en cierto modo de una
revancha del colonizado frente al colonizador, que Susana Rotker conceptualiza
como un procedimiento de inversión. Ya
no es el viajero europeo quien mira a América, sino que el otro colonizado retrata
al europeo: “… Fray Servando recorre el
camino inverso: ve Europa como si fuera el Otro, es el Humboldt que traza el
inventario de un continente arrogante y, en muchos sentidos, decadente. (…)
Fray Servando es el primer letrado criollo
que conoce la Península y es el colonizado que, por primera vez, descubre las
debilidades y flaquezas del colonizador.”[3]
La inversión cobra mayor énfasis al desactivar las teorías en boga en
aquel entonces acerca de que los habitantes de la Nueva España eran “débiles,
inferiores y degradados”.[4] Según
afirmaba Corneille de Pauw, el americano no era “ni animal inmaduro ni niño, sino un degenerado”.[5]
Si en Sahagún se trataba de “la visión de los vencidos”, como fuera
caracterizada por el crítico mexicano León Portilla, podríamos pensar que en el
caso de Fray Servando esos vencidos viajan por el mundo, observan las
costumbres y modus vivendi del pueblo
colonizador y lo retratan con implacable lucidez.
El discurso del viaje supone dentro de su retórica la
descriptio civitatis o descripción elogiosa de la ciudad visitada. En
sus Memorias Fray Servando apela más
bien al vituperĭum, el menosprecio de
todos los aspectos que le presenta España, en lo urbano y lo rural.[6] Su
mirada hacia los españoles está atravesada por la crítica y el humor satírico. Son
muchos y diversos los pasajes en los que los caracteriza negativamente,
comenzando desde que está en Nápoles:
“… preguntando
en un café a un canónigo si sabía español (…) me respondió que para qué había
de saber una lengua de bárbaros”. Y: “Ya
yo había visto que los clérigos franceses emigrados en España sufrían
pacientemente las injurias hasta que les decían español”.[7]
En cuanto a la connotación del gentilicio “español”
amplía: “Equivale –me dijo un judío que
pasaba- a tonto, ignorante, supersticioso, fanático y puerco.” Y también: “Oí después en Inglaterra y los Estados Unidos
que las madres, para tratar a sus hijos de puercos, les decían que parecían
españoles”.[8]
Al llegar a Barcelona, Servando es aún más directo:
“… no se puede decir la verdad de España
sin ofender a los españoles”.[9] Sostiene,
entre otras cosas, que su tierra es “infecunda”, que el frío es intolerable,
que los hombres y mujeres “tienen buche” y se visten mal, que hay epidemias y
alta mortandad. Cuando hace referencia a los estercoleros de Cataluña su
descripción alcanza un punto culminante por su peso escatológico-metafórico. Los
lectores pueden desistir de sus esperanzas de que conceda algo a los españoles;
todo lo contrario: “Sin embargo, hay muy
grande distinción entre las gentes de cada reino o provincia de España (…) Sólo
convienen en ser todos fieros y soberbios más o menos, en ser ignorantes y
supersticiosos”.[10]
En suma, podríamos afirmar que Servando, a través
de las maniobras discursivas citadas, invierte la mirada acerca de quiénes eran
los verdaderos salvajes, desplazando la ubicación de lo “sucio y grosero” de la
periferia al centro: “… un centro débil,
con gente miserable, prostitutas, estiércol en las casas, curas con barraganas
y gobernado por pequeños corruptos burócratas”.[11]
Dar cuenta de la configuración del narrador (sujeto de enunciado –“Ramírez”- y
sujeto de enunciación –“Sigüenza”) en los Infortunios
de Sigüenza y Góngora. Ejemplificar con párrafos a elección del texto.
La pregunta acerca de quién es el verdadero
narrador en los Infortunios de Alonso
Ramírez, de Carlos de Sigüenza y Góngora ha ocupado extensamente a los
críticos. ¿Es Alonso Ramírez, el sujeto de enunciado, quien narra, o es, antes
bien, el autor real, Sigüenza y Góngora? Esta obra destaca por su hibridez,
como afirma Mignolo (1982), quien la define como un texto cuya “… ambigüedad
discursiva ha concitado siempre el problema de su adecuada clasificación…”, y
que debe estudiarse tratando de “… no forzar la clasificación rígida de los
textos en consideración, sino tomarlos en su ambigüedad…”[12]
Gimbernat de González sostiene que los Infortunios
son “… una autobiografía re-contada”.[13] Siguiendo
esta línea, la obra no sería ya el relato de las aventuras de Ramírez sino el racconto de Sigüenza del itinerario de
Ramírez a través de instrumentos como enciclopedias, mapas y cartas de marear,
cuya utilización era una de las fortalezas del autor. Gimbernat afirma que la
novela en primera persona suele crear una estrecha identificación entre el
sujeto de la narrativa y el sujeto de la experiencia narrada, pero “… los planos de ambas voces más que cederse
alternativas para equilibrar la conjunción, se enfrentan en una sorda pugna”.[14] Ejemplo
de esto es el tópico de la captatio
benevolentiae al que recurren tanto Ramírez como Sigüenza. Este último, en
su carta de presentación declara:
“Si suele ser consecuencia de la temeridad la
dicha, y es raro el error a que la falta disculpa, sobrábanme, para presumir
acogerme al sagrado de vuestra excelencia, estos motivos a no contrapesar en mí
(para que mi yerro sea inculpable) cuantos aprecios le ha merecido a su
comprensión delicada”.[15]
Ramírez
también recurre al tópico de la commiseratio y solicita que le tengan
lástima: “… no será esto lo que yo
intente, sino solicitar lástimas que, aunque posteriores a mis trabajos, harán
por lo menos tolerable su memoria…”[16] Según
Facundo Ruiz:
“La historia de un hombre común (o de dos: Ramírez
y Sigüenza) tiene lugar en la escritura, y ese lugar es el de un encuentro:
¿cómo se cuenta un encuentro?, ¿para qué? El encuentro se cuenta como aquello
que ha pasado, que les ha pasado a ambos, como esa tercera instancia de la que
escritor y narrador (protagonista o testigo), relato y escritura, son parte
(…)”[17]
Resulta esclarecedor el estudio de Aníbal González
acerca de la obra que nos ocupa. Este autor hace notar que la retórica del “Yo”
de los Infortunios se mueve entre un
discurso “bajo”, que “… es el que
asociamos a los pasajes del texto donde se relata lo que le sucedió a Ramírez…”,
y otro, “culto”, que “… asoma
frecuentemente cada vez que el narrador explica con lujo de detalles los
pormenores de la navegación…”[18] Sin
embargo, nos dice, este doble discurso revela no dos aspectos de un mismo “Yo”,
sino de dos “Yo” distintos pero inseparables: uno es el de Ramírez, y otro el
de Sigüenza, dos personas que
permanecen unidas en el discurso, separándose sólo hacia el final, cuando
Ramírez visita a el autor Sigüenza, que a su vez se incluye en la narración con
el papel de “amanuense” de su propio personaje.
Los Infortunios
hacen explícita la presencia de otra persona diferente al narrador. El autor no
es un simple “transcriptor”; es difícil “pensar
que pueda existir una transparencia absoluta en el acto de escribir lo que el
modelo le cuenta al escritor”.[19]
Junto con González, podríamos coincidir en que estas
disquisiciones, si bien valiosas a los fines del análisis, no son relevantes a
la hora de la “comprensión y disfrute” de los Infortunios.
Bibliografía utilizada
·
Colombi,
Beatriz. “Retóricas del viaje a España”, en Viaje
intelectual. Migraciones y desplazamientos en América Latina, Rosario,
Beatriz Viterbo, 2004.
·
------------------
Clase 5/10/11 Literatura Latinoamericana I. UBA. Apuntes personales.
·
Gimbernat de
González, Ester. "Mapa y texto; para una estrategia del poder", MLN,
95, 1980.
·
González,
Aníbal. “Los infortunios de Alonso Ramírez: Picaresca e historia”. Hispanic Review, Vol. 51, No. 2 (Spring,
1983).
·
Mignolo, Walter. “El metatexto
historiográfico y la historiografía indiana”, en Modern Language Notes Vol. 96, Nº 2, 1981.
·
Rodrigo,
Enrique. Autobiografía
y verdad: la caracterización narrativa de Alonso Ramírez y Bartolomé Lorenzo.
Creighton University. Centro Virtual Cervantes. http://cvc.cervantes.es/literatura/aih/pdf/13/aih_13_4_026.pdf
·
Rotker, Susana.
“Las Memorias de Fray Servando”, en Bravo
pueblo. Poder, utopía y violencia, Caracas, Fondo Editorial La Nave Va,
2005.
·
Ruiz, Facundo.
Clase 28/9/11 Literatura Latinoamericana I. UBA. Apuntes personales.
·
Sigüenza y
Góngora, Carlos. Infortunios de Alonso
Ramírez, Seis obras, Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1984.
·
Teresa de Mier,
Fray Servando. Memorias I-II, México,
Porrúa, 1988. (Selección).
Bibliografía consultada
·
Colombi, Beatriz. “Escribir, describir,
transcribir: Carlos de Sigüenza y Góngora", en Travesías de la escritura
en la Literatura Latinoamericana,
Buenos Aires, Instituto de Literatura Hispanoamericana, FFyL-UBA, 1995,
251-259.
·
------------------
“Retóricas del viaje a España”, en Viaje
intelectual. Migraciones y desplazamientos en América Latina, Rosario,
Beatriz Viterbo, 2004.
·
Leonard, Irving
A. “Introducción”, Carlos Sigüenza y Góngora, Seis obras, Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1984.
·
Myers, Jorge.
“El letrado patriota: los hombres de letras hispanoamericanos en la encrucijada
del colapso del imperio español en América”, en Carlos Altamirano (Dir.), Historia de los intelectuales en América
Latina, Buenos Aires, Katz Editores, 2008.
[19] Rodrigo, Enrique. Autobiografía
y verdad: la caracterización narrativa de Alonso Ramírez y Bartolomé Lorenzo. P. 5
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