Natalia Litvinova | Gómel



Natalia Litvinova | Gómel


mi abuelo lo único que hacía era afeitarse y temblar
frente al televisor.

mi padre todas las mañanas se perdía en el campo,
transformado en un punto tridimensional de la nieve.

regresaba con una sonrisa mística en su rostro y nadie
sabía por qué.

en verano también esa misma sonrisa y frutillas
en sus manos, en primavera frambuesas.

la sonrisa de mi padre traía frutos maravillosos.

mi abuelo temblaba cada día más, su cabeza recaía
como mandolina y se erguía como un piano.

un día mi padre regresó con manzanas

mi abuelo dio con la clave del silencio.



Natalia Litvinova (Gomel, Bielorrusia, 1986), Esteparia. Ediciones Del Dock. Buenos Aires. 2010.

1 comentario:

  1. Dentro de una fantasía musical,
    de mariposas brotando en flores
    como tejidos carnales de esperanzas rotas,
    alboroto alado de aromas almizcle
    y palabras largas sin vocales
    se derrama nostalgia en borbotones de caricias violeta,
    torrentes de colores azules por las tiernas colinas
    del valle que nutre de ambrosía rosicler caliente
    la fuente lacrimosa...
    Crece en mi habitación
    con el silencio y la velocidad constante
    de una fuga de gas
    como algo erróneo peligroso e inflamable
    lentamente
    como un latido tarda en llenarse de sangre
    para dar impulso a otro nuevo latido,
    alborotando olas de púrpura piano,
    y yo que no se qué decir
    me quedo quieto como una hoja
    como un pescado el día de la boda
    in artículo mortis
    muriéndo-
    me
    muy lentamente
    colgando aún hilos de sedal en la boca
    a la vez
    pescador y pez...
    Acto de redención absoluto
    dulce muerte, dulzura,
    en la soledad más inquietante
    la caja se llenará de gusanos
    y luego, tierra....
    Mientras,
    las golondrinas
    dibujan en la dorada atmósfera de la tarde
    una locura más grande
    donde cabe toda la infancia
    y las cosas de los mayores,
    el viento se ha vuelto promiscuo y obsceno,
    el viento
    acecha la ropa tendida
    de los tejados
    le quita las pinzas y la arrastra por el suelo,
    lejos me anima con su hocico
    a no detenerme
    antes de encontrar una fuente de agua
    mientras me susurra al oído
    que mis lágrimas
    no alimentarán este mar lo suficiente
    para que un pescador pueda llegar a rescatarnos.
    Al detenerme he encontrado un lugar
    donde las miserias
    se detienen a gozar
    en la carne
    y el tiempo detenido a contemplarse
    atusado por la brisa de las enfermedades.
    Pero en mi vida nada ha participado nunca por entero
    de ninguna idea pensada por el hombre
    para la bondad,
    ya de niño
    latían complacientes en mi carne almohadonada
    los alientos de esta fatalidad.
    La incerteza, sin embargo, no proviene tanto
    del hecho absolutamente intrascendente
    en que se ha convertido hoy el babilón alarde excretor
    y su higiene,
    como de la resbaladiza y elusiva transparencia gelatina marina
    que al igual que una sardina al sol
    parece haberse deshidratado bajo esta luz de neón,
    cultivando en mi entorno
    una fabulosa cosecha de objetos cadáver
    de líneas fauve y colores kandinsky.
    A mí no me importa
    no me duele
    si necesito limón
    me retuerzo el brazo izquierdo sobre la copa
    y obtengo zumo,
    no es limón
    pero es ácido.
    -¿Qué?.
    -Que la verdura me aburre,
    los humanos antro-
    pofagia.
    En el sosiego de esta noche clara y calma,
    acaricia mi pecho un ángel.

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