Cuando la metralla entró sentí un fuego suave dentro de mi cuerpo y caí al suelo en sueño con los ojos abiertos. Miré en el cielo un Sea King encantador y un Gazella, disparando su ametralladora. Cielo azul. Llamas. Frío perfecto de mañana. Olor a mar quemado. Rojo carmín fatal en mis labios. Risa de shock. Antes de cerrar los ojos odié al mundo todo.
Los cadáveres exquisitos beben sangre en el hastío.
Héctor Ramón Cuenya (Río Gallegos, Argentina, 1963), Dulces paralelas. Ediciones Milena Caserola. Buenos Aires. 2009.
¡Ful-mi-nan-te!
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