Foto tomada de aquí
Cristian De Nápoli | El local
estaba hecho un basurero
cuando le pusimos el epígrafe:
acá se va a servir el mejor mezcla,
el que no se puede graduar;
por eso, lo de mejor al carajo, el único.
trajimos gente de la tele
para que dejen sus vasos a medias,
políticos, para que ni lo toquen,
que lo dejen calentar.
comimos algo y bailamos (éramos los menos).
la música, por ahora, también al carajo.
a las dos horas empezamos
a juntar colores,
a hablar la jerga, pero una jerga sin fondo,
jerga agujero.
en un momento dejamos de saludar,
ya no mirábamos doble, cerramos la barra.
los regalos, también al carajo. Estaba listo.
el último de ellos que se fue, un gordo duhaldista,
estaba hecho un basurero
cuando le pusimos el epígrafe:
acá se va a servir el mejor mezcla,
el que no se puede graduar;
por eso, lo de mejor al carajo, el único.
trajimos gente de la tele
para que dejen sus vasos a medias,
políticos, para que ni lo toquen,
que lo dejen calentar.
comimos algo y bailamos (éramos los menos).
la música, por ahora, también al carajo.
a las dos horas empezamos
a juntar colores,
a hablar la jerga, pero una jerga sin fondo,
jerga agujero.
en un momento dejamos de saludar,
ya no mirábamos doble, cerramos la barra.
los regalos, también al carajo. Estaba listo.
el último de ellos que se fue, un gordo duhaldista,
miraba la olla que ya empezaba a abrirse en vasos ya.
yo estaba en la duda, me lo bajo o no de un golpe.
cuchicheamos con la gente, como hace ciento
cincuenta años, es pueta,
y otra vez no me cagaron a palos.
yo estaba en la duda, me lo bajo o no de un golpe.
cuchicheamos con la gente, como hace ciento
cincuenta años, es pueta,
y otra vez no me cagaron a palos.
Cristian de Nápoli (Buenos Aires, 1972), Límite Bailable. Ed. Astier. 1999.
Hermoso poemario.
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