Anne Sexton | Deseando morir
[traducción: Griselda García]
Ya
que preguntas, la mayoría de los días no puedo recordar.
Camino vestida, sin marcas de ese viaje.
Luego el deseo casi innombrable regresa.
Aun así no tengo nada contra la vida.
Conozco bien las hojas de hierba que mencionas,
los muebles que pusiste al sol.
Pero los suicidas tienen un idioma especial.
Como los carpinteros, quieren saber con qué herramientas,
nunca preguntan por qué construir.
Dos veces me afirmé con sencillez,
poseí al enemigo, comí al enemigo,
incorporé su destreza, su magia.
Así, seria y pensativa,
más tibia que el agua o el aceite,
descansé, babeando por el agujero de la boca.
No pensé en mi cuerpo ante la aguja.
Tampoco había córnea ni orina sobrante.
Los suicidas ya traicionaron el cuerpo.
Nacidos sin vida, no siempre mueren,
pero, deslumbrados, no olvidan una droga tan dulce
que hasta los chicos mirarían con una sonrisa.
¡Empujar toda esa vida bajo la lengua!
eso, en sí mismo, se vuelve una pasión.
La muerte es un hueso triste y golpeado, dirías,
y, sin embargo, ella me espera, año tras año,
para deshacer con delicadeza una vieja herida,
para liberar mi aliento de su maligna prisión.
Equilibrados así, los suicidas a veces se encuentran,
rabiosos ante el fruto, una luna hinchada,
dejan el pan que confundieron con un beso,
dejan la página del libro abierta con descuido,
algo sin decir, el teléfono descolgado,
y el amor, lo que sea que haya sido, una infección.
Camino vestida, sin marcas de ese viaje.
Luego el deseo casi innombrable regresa.
Aun así no tengo nada contra la vida.
Conozco bien las hojas de hierba que mencionas,
los muebles que pusiste al sol.
Pero los suicidas tienen un idioma especial.
Como los carpinteros, quieren saber con qué herramientas,
nunca preguntan por qué construir.
Dos veces me afirmé con sencillez,
poseí al enemigo, comí al enemigo,
incorporé su destreza, su magia.
Así, seria y pensativa,
más tibia que el agua o el aceite,
descansé, babeando por el agujero de la boca.
No pensé en mi cuerpo ante la aguja.
Tampoco había córnea ni orina sobrante.
Los suicidas ya traicionaron el cuerpo.
Nacidos sin vida, no siempre mueren,
pero, deslumbrados, no olvidan una droga tan dulce
que hasta los chicos mirarían con una sonrisa.
¡Empujar toda esa vida bajo la lengua!
eso, en sí mismo, se vuelve una pasión.
La muerte es un hueso triste y golpeado, dirías,
y, sin embargo, ella me espera, año tras año,
para deshacer con delicadeza una vieja herida,
para liberar mi aliento de su maligna prisión.
Equilibrados así, los suicidas a veces se encuentran,
rabiosos ante el fruto, una luna hinchada,
dejan el pan que confundieron con un beso,
dejan la página del libro abierta con descuido,
algo sin decir, el teléfono descolgado,
y el amor, lo que sea que haya sido, una infección.
Wanting to die
Since you ask, most days I cannot remember/ I walk in my clothing, unmarked by that voyage./ Then the almost unnameable lust returns.// Even then I have nothing against life./ I know well the grass blades you mention,/ the furniture you have placed under the sun.// But suicides have a special language./ Like carpenters they want to know which tools./ They never ask why build.// Twice I have so simply declared myself,/ have possessed the enemy eaten the enemy,/ have taken on his craft, his magic.// In this way, heavy and thoughtful,/ warmer than oil or water,/ I have rested, drooling at the mouth-hole.// I did not think of my body at needle point./ Even the cornea and the leftover urine were gone./ Suicides have already betrayed the body.// Still-born, they don't always die,/ but dazzled, they can't forget a drug so sweet/ that even children would look on an smile.// To thrust all that life under your tongue!/ that, all by itself, becomes a passion./ Death's a sad bone; bruised, you´d say,// and yet she waits for me, year after year,/ to so delicately undo an old wound,/ to empty my breath from its bad prison.// Balanced there, suicides sometimes meet,/ raging at the fruit, a pumped-up moon,/ leaving the bread they mistook for a kiss,/leaving the page of the book carelessly open,/ something unsaid, the phone off the hook/ and the love, whatever it was, an infection.
Anne Sexton (Massachusetts, 1928 - 1974), traducción de Griselda García.
N.B.: Esta traducción se revisa periódicamente.
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