Joseph Brodsky | 24 de mayo de 1980
A falta de bestias salvajes, desafié jaulas de acero,
tallé los días de mi condena y mi apodo en camastros y vigas;
viví junto al mar, mostré mis cartas en un oasis,
y cené trufas con pobres diablos vestidos de frac.
Desde lo alto de un glaciar, contemplé medio mundo, todo el ancho
de la tierra. Dos veces me ahogué; tres dejé que escarbaran mi médula
con cuchillos. Abandoné el país que me dio a luz y me crió.
Aquellos que me olvidaron poblarían una ciudad entera.
Atravesé las estepas que los hunos cabalgaron entre alaridos,
vestí los trajes que hoy, en todas partes, están otra vez de moda.
Sembré centeno, pinté con alquitrán los techos de chiqueros y establos.
Tragué de todo menos agua seca.
Permití que en mis sueños infectos y húmedos entrase el tercer ojo
de los centinelas. Mastiqué el pan del exilio: es rancio y verrugoso.
Di a mis pulmones todas las asonancias, salvo el aullido;
preferí el susurro. Ahora tengo cuarenta años.
¿Qué puedo decir de mi vida? Que es larga y abomina la transparencia.
Sufro si se cascan los huevos, pero ante una tortilla vomito.
No obstante, incluso cuando mi garganta esté llena de tierra,
la gratitud seguirá brotando de ella.
[1980]
Joseph Brodsky (San Petersburgo, 1940- Nueva York 1996), Canción de cuna y otros poemas. Traducción: Daniela Camozzi y Walter Cassara. Huesos de Jibia. Buenos Aires. 2012.
Impresiona su profundo sentimiento de vida... lleno de heridas y de júbilo. Excelentes tus selecciones... GRACIAS por compartirlas.
ResponderBorrares un poema maravilloso o un maravilloso poema, no sé...
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