Irina Bogdaschevski | Wanda







Otro septiembre se acerca. Aquí florecen los aromos, con racimos leves como el plumón. El suave aroma de sus bolitas amarillas me hace recordar paradójicamente los olores ásperos de otro septiembre, el otoñal, y junto a él - un tímido nombre: Wanda. Era la enfermera, una muchacha polaca, recluida como yo en el Campo de Matthausen. (A propósito, la sigla KLM - "Kazett-Lager Mathausen" los presos sarcásticamente descifraban como "Komm Liebling Mitt", que quiere decir "Ven Querido Conmigo"). Ella me cuidaba como podía, sabía lo de mi madre (lo supo antes que yo) y se apiadaba de mis quince años, tratándome como a su hermana menor. Durante la rebelión de Varsovia ella perdió a toda su familia, fue recluida en este campo de trabajos forzados y se enamoró de uno de los guardianes, también prisionero. Él era alemán, tenía ciertos privilegios dentro del territorio del campo y con el pretexto de traerme y llevarse las muletas, se encontraba con Wanda al lado de mi cama. Ellos intercambiaban intensas miradas, y solo a veces él se atrevía a tocar apenas la delgada mano de Wanda como si fuera una delicada flor, y sus labios temblaban. El cabello de Wanda exhalaba un tenue aroma y brillaban en sus ojos las lágrimas no derramadas. Yo cerraba los ojos para no molestarlos y sentía tal opresión en el pecho, como si presenciara el último acto de una tragedia. Mi reumático corazón parecía que estaba por estallar de pena... Ahora, sesenta años después, los veo otra vez muy cerca, su dolor se mezcla con el mío y mis lágrimas seniles rocían las suaves bolitas amarillas del aromo.


Irina Bogdaschevski (Belgrado, Yugoslavia, 1927 - Buenos Aires, 2016), Apuntes en los márgenes de la vida. Añosluz. Buenos Aires. 2013.

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