Javier Adúriz: la ferocidad del instante
En el marco del 25° aniversario de su nacimiento, Ediciones Del Dock presentó Poesía completa, de Javier Adúriz (1948-2011). Este volumen reúne sus ocho libros editados entre 1971 y 2011. Adúriz se consideraba a sí mismo un poeta posclásico, concepto que suponía una alternativa al objetivismo y al neobarroco. Si resulta arduo pensar sobre la práctica poética, mucho más hacerlo sobre la propia obra. No es sencillo adquirir la distancia necesaria para poder observarse sin perder autonomía ni capacidad crítica. Javier Adúriz le dio sustento a su poética con un profundo trabajo de reflexión sobre la escritura. Sin teorizar, bajar línea ni establecer antagonismos regala el placer doble de hacer sentir y pensar. Y por ahí tal vez haya un recorrido posible para esta obra, como dice un poema de La forma humana: “Hay una huella en tu corazón / que no he recorrido. // Conozco con ardor los pliegues / de tu risa transformando la estancia. / Conozco con ardor el perfume / de tu cuerpo perforado de espíritu, / esa mirada oscura tuya, / convocándome. // Siempre, no obstante, resta / un secreto: el camino encantado / de tu pensamiento.” Una huella en el corazón del ser amado permanece inexplorada, pero una mirada oscura lo convoca a conocer el camino de su pensamiento.
Esta Poesía completa propone el recorrido por una obra compacta, precisa, con matices singulares. Como lectores podremos tener mayor afinidad por uno que por otro libro, pero es notable la solidez que presenta la obra al ser leída en conjunto. No hay poemas “de molde”, de libro a libro va hundiendo los pies en otra carne (como dice uno de sus ahijús, ese tipo de haiku criollo: a cada paso / vas hundiendo los pies / en otra carne); en los primeros es más notorio el peso de la tradición y lecturas de esos años. El uso de adverbios, adjetivación, tuteo y metro son algunos rasgos que luego ceden su lugar a otra apuesta: el humor, los diálogos, la prosa poética, la cita a personajes de historieta y series televisivas, las películas y la música folklórica. De a poco va entrando en el núcleo duro de lo real. Ante el riesgo del enrosque y la intelectualización el humor viene salvar el asunto. No se trata del canchereo ni la mueca sobradora, no. Su irreverencia es un baño de frescura que genera más fuerza en lo enunciado.
En un reportaje que brindó a La Guacha (“La revuelta del posclásico”, año 8, nº 22, septiembre 2005) Javier Adúriz afirmaba: “La literatura es el otro, el doble, el armado, esa especie de yo experimental: una ficción. (…) Creo en buscar esa energía general que nos pone en contacto. (…) La literatura empieza precisamente con esa especie de compañía que siente el lector. (...) La primera reacción ante el hecho de que los poetas somos poco leídos aparece siempre señalado que el problema es el otro: las editoriales, los medios, la educación, el lector. A mí, no obstante, me parece que es exactamente a la inversa, hay que escribir al lector.” Esto es: dejar la queja (“La poesía no se vende”) y pasar a la acción. El lenguaje amplio, las palabras sencillas, la desacralización de mitos e historia son algunos elementos que contribuyen a generar esa cercanía. No se puede cambiar el mundo pero se puede empezar a cambiarlo. Adúriz se ocupó de hablarle a un lector y éste apareció. El resultado, una obra destinada a permanecer.
Griselda García
publicado en Revista La Guacha, 2015.
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