Alejandro Méndez, Pólder



Alejandro Méndez, Pólder


Ella


Descansa en el baño sólo unos minutos,
sentada en el inodoro. Las paredes descascaradas
y las cenizas que dejaron sus compañeras
mantienen la mente en blanco.

Luego retoma el trabajo, de pie junto a la máquina.
Suya es la mímesis respiratoria,
pero ajena la huida a paisajes más amables.

La vida en la fábrica es aturdimiento
y telas que se pliegan a su paso.

Tiene un estilo lacónico y la mano pesada.
Su heroísmo es moderado.
Hasta su queja es de viuda decorosa.

Aliada a su orgullo
en la bicicleta que la devuelve
cada tarde a mis brazos,
garabatea frases en una agenda.
y allí registra, íntima, su caída.



Atlas


Primera vértebra cervical, el cuello,
columna que recibe el peso.
Toneladas. Una vena en relieve,
el rojo furioso y la voz, ¡ah, la voz!

La precisión del aire
en la estampida de vocales
sostiene en su espalda el cielo,
la bóveda completa.

De reojo, la estructura ósea
y sus tatuajes tumberos.

Recién salido de la cárcel,
me dice que lo agarraron en Suiza
con una Biblia falsa y la droga adentro.

Relata el infierno cual viñeta alpina,
coronada por una cruz celta,
en la orilla izquierda del Ródano.

Pone una pastilla en mi trago,
y me lleva en andas a la cama.

Roba lo que encuentra,
los billetes entre las medias,
algunos alimentos terrestres,
toda la música.


Alejandro Méndez (Buenos Aires, 1965), Pólder. Bajo La Luna. Buenos Aires. 2014.

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