Silvia Arazi | Un bello matrimonio



Silvia Arazi | Un bello matrimonio


Una de las cosas buenas
del matrimonio,
es que uno no tiene que hablar.
(tampoco tiene que mirar).
Lo ideal es usar una venda blanca
que cubra correctamente los ojos,
de manera tal
que no deje pasar ningún resquicio
de luz.


Él se levanta y no te mira.
Ella está serena, el pelo revuelto y
un camisón raído, invisible, pensando en el día
que le espera.
(tampoco ella lo mira)

Pero sabe que él está allí. Está.
Lo cual es importante. Llueva o truene,
está. Si aparece un murciélago,
un ladrón o el cobrador de impuestos: está.

La vida se va poniendo difícil,
es bueno recordarlo.

Estamos el uno para el otro,
lo cual es reconfortante y práctico.
A veces, algo te recuerda al poema de Prevért
que tanto te impresionaba de chica.
(¿aún soy chica, mamá?)

Él no sabe si
te pusiste una blusa verde o amarilla.
(el hombre de barba, sí)
El hombre de barba y muchos dientes,
sabe que tu blusa es amarilla
y te quiere lamer la piel que está debajo
de la blusa amarilla.
Ese hombre, sabe que en vos hay un cuerpo
y un corazón adentro del cuerpo. Y un alma.
Amarilla, también.

El marido, no. El marido está.
Un buen marido no espera
que termines de hablar.
(cree que fue
un ruido de la heladera)

Al terminar la cena,
la mujer piensa en encender la tele.
Luego, a veces,
se pone la venda y se visitan, se tocan.
Otras veces ella le pide que llame al plomero,
lo acompaña al cardiólogo.
Él le pone filtro solar en la espalda
y ella le recuerda
que hay que renovar el pasaporte.

Es un buen marido.
Ella compra tomate perita porque al buen marido
no le gustan los tomates redondos
y le pone poca sal a la comida. Es
una buena mujer. Lo lindo
es que siempre duermen juntos.
Juntos,
miran por la ventana, qué hermoso día,
¡qué sol!
disfrutan viendo florecer el jacarandá,
viendo florecer a los niños.
(con asombro y horror)

Dormimos juntos,
nos levantamos juntos,
vamos al cine juntos, desayunamos juntos
y soñamos por separado.
Es lindo ir a las fiestas de fin de año,
juntos,
y a la playa y al cine.
En pareja nos sentamos en el restaurante y
pedimos pollo, porque nos gusta el pollo
y hablamos en plural.
La habitación de nuestra casa tiene
cama doble y ventana a la calle.
Él carga la valija más pesada.
Yo acomodo la ropa en su placard.

Sabemos que el otro está,
siempre,
para no mirarnos, para no escuchar,
para no saber.
Pero es lindo estar juntos,
uno al lado del otro. Muy juntos,
así, hasta la muerte.




Silvia Arazi (Buenos Aires), Claudine y la casa de piedra. Ediciones del Dock. Buenos Aires. 2016

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