Mesa de debate: Identidades de género en la poesía argentina, ¿cuáles son sus marcas a la hora de la escritura?

Foto: artchive.com


Mesa de debate: identidades de género en la poesía argentina, ¿cuáles son sus marcas a la hora de la escritura?

Por Griselda García


El pasado 21 de agosto de 2008 en el Centro Cultural de la Cooperación se convocó a un debate en torno a las identidades de género en la poesía argentina. Las disertantes fueron Ivonne Bordelois, María Malusardi, Cristina Piña y Leonor Silvestri. Comenzó Bordelois afirmando que nunca le interesó leer desde el género, un sesgo feminizante impuesto a escritoras mujeres por lecturas machistas. Recordó a Leopoldo Lugones y Jorge Luis Borges quienes en la revista Martín Fierro denostaban a Alfonsina Storni. Esta poeta le escribió varias veces a Lugones solicitándole un comentario sobre sus versos, él jamás contestó a ninguna de sus cartas. Varios allegados mencionan que el recelo de Lugones se debía a su temor de tener en Storni a una rival literaria. Borges tampoco opinaba bien de Alfonsina. En un artículo titulado “La lírica argentina contemporánea”, publicado en 1921, un joven y ya talentoso Borges habla con bastante desprecio de la poesía de Storni.
Cristina Piña comenzó su exposición declarando que no existe sólo una identidad de género en la poesía sino muchas, que se van construyendo. Citó como ejemplo a Alejandra Pizarnik, cuya poesía transita diversas identidades sin quedarse en ninguna en particular. Piña se dice feminista “aunque sea una antigüedad” y asevera que lo será siempre que haya que denunciar la violencia doméstica hacia las mujeres y la asimetría en las relaciones laborales, entre otras situaciones desventajosas. Propone revalorizar las voces de  Storni, Pizarnik y Biagioni a quienes nos enseñaron a ver como poetas menores y cursis. Estas escritoras no marcaban diferencias entre hombre y mujer y trabajaron para cambiar la costumbre de los años 20 del siglo pasado de permitir que las mujeres escribieran versitos pero no ensayos: “Olga con su magia y hechicería; Alejandra con su sexualidad y sadismo y Biagioni con su humor fueron las primeras en desacralizar la poesía, en preparar el terreno entre el 40 y el 70 para las que vendríamos después”, señalaba Piña.
Marcó también que a partir de 1985 se instaló en Argentina el feminismo de la diferencia. Con el característico movimiento pendular que tienen algunos procesos socio-históricos, todo lo que en un principio el feminismo rechazó fue luego apoyado; se reconquistaron los rasgos tradicionalmente adjudicados a las mujeres, la maternidad, las labores domésticas. Expresiones de esta época fueron las voces de Diana Bellesi, Tamara Kamenszain y Mirta Rosemberg, que recuperan una mirada sensible hacia el entorno doméstico y una fuerte conciencia de género, la misma mirada que en los 90 se haría paródica de la mano de Belleza y Felicidad, según puntualiza Piña. Finalmente, en las poetas del 2000 se vuelven a incluir en los textos cuestiones que antes se señalaban como típicamente masculinas. Concluyó su análisis con la idea de que inscribir los textos según la identidad de género no resulta un valor en sí mismo.
Leonor Silvestri comenzó poniendo en claro que sexo, género y sexualidad son cuestiones políticas y todos conceptos diferentes. Leyó poemas de Susana Thénon, Juana Bignozzi y Alejandra Pizarnik alusivos a la temática, muy bien recibidos por el público. Como aclaró: “Que haya mujeres al frente de un grupo no es garantía de que eso sea positivo para las mujeres.” Por último, María Malusardi indicó que la identidad de género no es uno de los ejes desde los que realiza sus lecturas, y leyó poemas suyos.
No se mencionó el hábito de usar el término poetisa que aún se utiliza en ciertos ámbitos para calificar a las mujeres escritoras como de rango menor. Faltó un poco de debate, más allá de un señor bioquímico que pidió la palabra para aclarar que el sexo estaba determinado por las hormonas (“Si te saco sangre tenés hormonas”, le espetó a Silvestri, quien luego le dedicó la lectura de su poema Intersex en el programa de la tarde frente a su cirujano). Al terminar la exposición pronto se armaron pequeños grupos cuereadores y conventilleros, como corresponde. Así, el intercambio se redujo a los usuales comentarios de pasillo post lectura.

en revista La Guacha, número 30.



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