Walt
Whitman | Los durmientes
(traducción: Griselda García)
(traducción: Griselda García)
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Ahora,
lo que mi madre me contó un día mientras cenábamos juntos,
de
cuando ya era casi una chica grande que vivía con sus padres en la vieja granja.
Una
india fue un día a la hora del desayuno a la vieja granja,
en la espalda llevaba un atado de juncos para hacer asientos de sillas,
en la espalda llevaba un atado de juncos para hacer asientos de sillas,
su
pelo, lacio, brillante, grueso, negro, abundante, envolvía a medias su rostro,
su
paso era libre y elástico, y su voz sonaba exquisita al hablar.
Mi
madre miraba con deleite y asombro a la extraña,
miraba
la frescura de su cara altiva y sus rellenos y flexibles miembros,
cuanto
más la miraba, más la amaba,
nunca
antes había visto tan maravillosa hermosura y pureza,
hizo que se sentara en un banco junto a la jamba de la chimenea, cocinó para ella,
no
tenía trabajo para darle, pero le dio su homenaje y su cariño.
La
india se quedó toda la mañana y hacia la mitad de la tarde se fue,
ay,
mi madre no quería que se fuera,
pensó en ella toda
la semana, la esperó muchos meses,
la
recordó durante muchos inviernos y muchos veranos,
pero la india nunca regresó ni volvió a oírse de ella.
Walt Whitman, The
sleepers
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Now what my mother told me
one day as we sat at dinner together,
Of when she was a nearly
grown girl living home with her parents on the old homestead.
A red squaw came one breakfast-time
to the old homestead.
On her back she carried a
bundle of rushes for rush-bottoming chairs,
Her hair, straight, shiny,
coarse, black, profuse, half-envelop'd her face,
Her step was free and
elastic, and her voice sounded exquisitely as she spoke.
My mother look'd in delight
and amazement at the stranger,
She look'd at the freshness
of her tall-borne face and full and pliant limbs,
The more she look'd upon
her she loved her,
Never before had she seen
such wonderful beauty and purity,
She made her sit on a bench
by the jamb of the fireplace, she cook'd food for her,
She had no work to give
her, but she gave her remembrance and fondness.
The red squaw staid all the
forenoon, and toward the middle of the afternoon she went away,
O my mother was loth to
have her go away,
All the week she thought of
her, she watch'd for her many a month,
She remember'd her many a
winter and many a summer,
But the red squaw never
came nor was heard of there again.
Walt Whitman (West Hills, 1819 - Camden, 1892). Traducción: Griselda García
N.B.: Esta traducción está en periódica revisión.
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