Irene Gruss | Autorretrato
Ah, si pudiera recostarme,
ser así, la mosquita muerta que inclina su cuello, lánguida;
si borrara el rictus de una Callas desahuciada, Magnani en
batón, así me veo,
dulces musas de la debilidad, dónde estáis, denme la brisa,
dénmela,
no la ventolina a orillas del mar, siempre a orillas del
mar, ay me,
mandolina y no viola da gamba,
quién me miraría si él observa el culo
de la que pasa, ay me, cuántas uñas delicadas habrán
rasguñado el hombro, la nuez,
su espalda, oh, su espalda, y engalanar lo que no tengo,
un aspecto sutil, ese gesto de no haber sufrido hambre,
menos ansia
de saber, una sor Juana cortejada por virreyes y virreinas, la
suavidad
del papiro, y el vientre sin estrías, ay me,
si hubiese usado aquel pote, si no supiera que el tiempo no
es el Teatro No,
máscara que cubre el savoir faire y otras minucias, oh,
gatitas, si pudiera lagrimear,
las he visto contonearse sinuosas hacia mi objeto incólume,
han conseguido lo que apenas logré encaramar, robar, gozar
como Dios manda, ah, Dios, si estuvieras aquí, mándame
un rayo, algún fulgor,
esa luz que oculta la vejez, la insensatez,
y vuélveme buena, modosa, bella y paciente,
Ingrid en Casablanca, un lirio en flor, el sonido
de la música.
Irene Gruss (Buenos Aires, 1950), Entre la pena y la nada. Ediciones Del Dock. Buenos Aires. 2015.
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