En
“Me contó el viejo Antonio”, periódico mensual editado por la Biblioteca Popular
y Espacio Cultural “Somos Viento” de San Francisco, Córdoba, Argentina. Número
21, julio 2015.
1) ¿Cuáles son tus dioses tutelares al momento de escribir y de leer?
Ezra Pound, en especial.
2) ¿Además de la maravilla del encuentro y de la celebración del sexo, veo en tu poesía, el cuerpo, como una zona de combate ¿es así? ¿Qué lugar ocupa el cuerpo en tu poesía?
El cuerpo ocupa un lugar muy importante en la poesía que me gusta leer. Al modo de Emily Dickinson, me pregunto si el poema que leo, que escribo, está vivo. En ese espacio puede haber de todo: encuentro, desencuentro, combate, paz, celebración y agonía.
3) En la poesía, los padres y la infancia son un vino preferido por los borrachos de la lírica ¿Cómo entra tu padre en las Alucinaciones en la alfalfa?
Creo que el padre, la madre, la familia, no se pueden evitar como temas, y menos al comienzo. Si el influjo es demasiado fuerte, conviene caer en él. Y, en lo posible, intentar hacer un papel digno.
En Alucinaciones en la alfalfa, el padre es ése que muere y te abandona. Cuando ese escribí ese libro tenía 20 años y estudiaba teatro. Uno de los poemas decía “cómo me hubiera gustado que me vieras”, idea habitual cuando una se encuentra en determinados momentos de la vida, “pero por qué tuviste que morirte”, la pasada de factura al más allá. En ese momento no sabía que adonde fue el viejo no llega la correspondencia.
4) Si tuvieras que elegir un libro de poesía que te acompaña desde que comenzaste a desandar este camino ¿cuál sería? ¿Qué de ese libro aún te sigue asombrando?
Elegiría La tierra baldía, de T.S. Eliot. Lo que más me interesó siempre era que no lo entendía.
Pero, ¿hay algo que entender en un poema? Las primeras veces que lo leí, fue más bien una búsqueda ansiosa de hallar un sentido. No sabía que después iba a disfrutar el no comprender. No entendía qué era lo que me inquietaba tanto. Me maravillaba y horrorizaba a la vez.
Te mostraré el miedo en un puñado de polvo: en aquella época, era algo de todos los días. Vivía en un barrio peligroso donde la muerte era palpable. Mi abuela era Madame Sosostris: En estos tiempos hay que tener mucho cuidado. Yo caminaba de casa al trabajo rodeada de muertos vivos: No creí que la muerte hubiera deshecho a tantos. Sabía que algo andaba mal, ¿pero qué? Lo único que podía hacer era leer y escribir. Mientras tanto, esperaba que el cuerpo de mi padre empezara a dar flores, o al menos hojas. Ese cadáver que plantaste el año pasado en tu jardín,/ ¿ha empezado a retoñar? ¿Florecerá este año?/ ¿O la escarcha repentina le ha estropeado el lecho? Con las relecturas algo de toda esa mezcla de memoria y deseo se fue sedimentando. Aun así el poema resplandece, más y más cada vez.
Mi semejante, mi hermano: el final, Baudelaire de la mano de Eliot, me enseñó que el poeta que no piensa en los lectores está destinado a no tenerlos.
5) ¿Puede el poema sostener cierta relación con el fuego que lo origina luego de constantes correcciones? ¿Dónde hay que parar?
Hay que parar cuando en lugar de podar una rama seca cortamos una rama viva, cuya savia mana en un llanto vegetal. Si tiene algo que decir, el fuego del poema refulge más con cada corrección.
6) En Alucinaciones en la alfalfa y otros poemas, tu libro publicado en Canadá, tu traductor Hazelton te define como poeta vanguardista ¿Estás de acuerdo? ¿En qué frontera se mueve tu poesía?
El que escribe nunca piensa en esos términos sobre sí mismo. Son análisis que hacen los críticos.
7) Barthes decía “Si estoy sano no tengo ganas de escribir; si estoy loco no tengo la capacidad”. ¿Se puede escribir desde la felicidad? ¿Es necesario indefectiblemente un estado de neurosis o de insatisfacción?
Se puede escribir desde la felicidad, sí, pero desde la comodidad, no creo. Si estás muy cómodo no vas a escribir. Somos neuróticos, en el mejor de los casos, y a lo sumo lo que logramos es negociar con nuestra neurosis. Yo le charlo, un solito poema así déjame escribir, uno solito y chau. Siempre está ahí, agazapada, esperando darte un coletazo. Hay que estar atentos.
9) Tenés un libro muy bueno de cuentos ¿en qué lugar ubicarías tu deseo en relación a escribir poesía o narrativa? ¿creés que la narrativa es un intento de más rigor que el poema?
Un escritor escribe, ese es su oficio. En mi caso, coincide con mi deseo. Ayer el texto de la parte trasera del champú, hoy un poema, mañana un cuento, pasado un menú…
La narrativa no tiene mayor rigor que la poesía, pero sí tiene que dar menos explicaciones al mercado. Es muy común que alguien le pregunte a un poeta cuándo va a publicar una novela. Como diciendo: “a ver si te dejás de joder con los poemitas”.
9) ¿Cuál es el principal error que comete un poeta que comienza a escribir?
Creer que lo que lo conmueve a él, va a conmover a un lector.
Quedarse en la anécdota.
10) ¿En qué proyectos estás trabajando?
Siempre estoy en varias cosas a la vez, principalmente escribir, leer, hacer cortometrajes y editar libros.
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