Foto: Gabi Salomone
Consuelo Fraga | Cuaderno rojo
A la Corporación
Is there anybody out there?
Pink Floyd
Despreocúpense, yo
no vine acá buscando información.
Es cierto que tampoco fue casual
el sentarme a esta mesa,
que estuviera leyendo en aquel banco
o esperara ese taxi allá en la esquina.
Fue mi necesidad de comprobar
si les pica la piel
cuando el mosquito, el ácaro o el piojo
posan su amenazante cuerpo encima
de vuestra humanidad. Era mi duda.
“No puedo concebir la indiferencia.”
–diría si me fuera ajeno el paño
y no es el caso, tengo
años de permanencia en la familia.
Es ingenuo, por eso, fantasear
con la voz moderada y comprensiva,
sincera, no ofensiva
que avanzará hacia vuestras excelencias
haciéndoles llegar una denuncia:
pasa esto y aquello allá tan lejos
donde mandan a encierro a las personas
con orgullo, tres firmas y ocho sellos.
Estaciones intermedias
Cuando se me acercaron
desde otra moto y vi esa mano
queriendo girar la llave
en el tambor de la NX400
aceleré y pensé: “Me voy,
yo de ésta me voy.”
Y no fue así
sino que di unos trompos en el piso,
no se hizo presente el consejo
que mandaba soltar
cuando las papas queman.
En su lugar se apersonó
la quebradura:
una clavícula partida en dos
sus puntas desafiándose
como enemigos blandiendo facas.
Soldó con el tiempo el hueso
aunque quedó deformado
el que fuera ayer
esbelto como un escarbadientes
liviano, gracioso y funcional.
Bienvenida Casandra
Si pregunta, le diría
hay cosas que todos necesitamos
y para algunos es un lío buscarlas
sin alejarse de su familia.
Cierta gente nunca te va a dejar
vivir en paz, igual
no te preocupes mi amor
nadie espera que imites a tu padre.
Con las nenas se les escapa
un poco la tortuga.
Van cabeza a cabeza.
Están cursando la primaria.
No hablar, no mirar, no contar
porque es así como te dice Bart
si algo puede llegar a usarse
en contra tuyo, va a pasar.
Pero mis hijas serán inteligentes
a la manera tonta de la poesía:
“Ma, ¿no parecen todos primos?
Mami, ¿por qué en el penal
casi no hay rubios de ojos celestes?”
Es cierto que tampoco fue casual
el sentarme a esta mesa,
que estuviera leyendo en aquel banco
o esperara ese taxi allá en la esquina.
Fue mi necesidad de comprobar
si les pica la piel
cuando el mosquito, el ácaro o el piojo
posan su amenazante cuerpo encima
de vuestra humanidad. Era mi duda.
“No puedo concebir la indiferencia.”
–diría si me fuera ajeno el paño
y no es el caso, tengo
años de permanencia en la familia.
Es ingenuo, por eso, fantasear
con la voz moderada y comprensiva,
sincera, no ofensiva
que avanzará hacia vuestras excelencias
haciéndoles llegar una denuncia:
pasa esto y aquello allá tan lejos
donde mandan a encierro a las personas
con orgullo, tres firmas y ocho sellos.
Estaciones intermedias
Cuando se me acercaron
desde otra moto y vi esa mano
queriendo girar la llave
en el tambor de la NX400
aceleré y pensé: “Me voy,
yo de ésta me voy.”
Y no fue así
sino que di unos trompos en el piso,
no se hizo presente el consejo
que mandaba soltar
cuando las papas queman.
En su lugar se apersonó
la quebradura:
una clavícula partida en dos
sus puntas desafiándose
como enemigos blandiendo facas.
Soldó con el tiempo el hueso
aunque quedó deformado
el que fuera ayer
esbelto como un escarbadientes
liviano, gracioso y funcional.
Bienvenida Casandra
Si pregunta, le diría
hay cosas que todos necesitamos
y para algunos es un lío buscarlas
sin alejarse de su familia.
Cierta gente nunca te va a dejar
vivir en paz, igual
no te preocupes mi amor
nadie espera que imites a tu padre.
Con las nenas se les escapa
un poco la tortuga.
Van cabeza a cabeza.
Están cursando la primaria.
No hablar, no mirar, no contar
porque es así como te dice Bart
si algo puede llegar a usarse
en contra tuyo, va a pasar.
Pero mis hijas serán inteligentes
a la manera tonta de la poesía:
“Ma, ¿no parecen todos primos?
Mami, ¿por qué en el penal
casi no hay rubios de ojos celestes?”
Consuelo Fraga (Buenos Aires, 1969). Cuaderno rojo. Ediciones Del Dock. Colección La verdad se mueve. Buenos Aires. 2016.
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