Foto: Fernando Lemos
Hilda Hilst | Tan solos están los hombres y la palabra
XI
Siento pena
por las mujeres que ríen con los brazos
y lloran de mentira para los hombres.
Y se descubren el pecho antes de la invitación
y mueren en el placer... ojos cerrados.
Siento pena
por el poeta hecho sólo para ser padre... y ser poeta.
Y por aquellos que se duermen sobre el papel
a la espera de la palabra
y por los que hacen hijos por casualidad
y por los locos y por el perro que pasa
y por mí... que espero la muerte
entre la confusión y el miedo.
XVII
a Luiz Hilst
El poema se deshace. Bien lo sé.
Y muere de a poco.
Si el genio del poeta consiguiese
la palabra con sabor a eternidad.
Decir sobre la amiga que se fue
y abría los ojos nocturnos sin voluntad.
Decir sobre el amante alguna otra cosa
más allá de la espera.
Decir sobre la madre, oh, amadísima,
todo lo que la boca no dice
y se pierde.
Tan solos están los hombres y la palabra.
¿Por qué no habrá otro mundo
sin ruido ni boca,
mudo, espléndidamente mudo?
Hilda Hilst (Jaú, 1930 - Campinas, 2004), Baladas. Traducción: Salvador Biedma. Caleta Olivia ediciones. Buenos Aires. 2017.
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