Griselda García | Hospital Carrillo
Ciudadela,
largo verano de la infancia.
Armadura
de mariposas: he venido a visitar a mi madre.
Mi
madre es el encierro, el mutismo, la locura.
Habla
durante horas. Tiene la cabeza volada.
Escucho
su discurso que se extiende
como
las ramas de un árbol enfermo
sarmientos
de la parra que ahora es sólo
un
recuerdo del largo verano de la infancia.
Me
han sacado del mundo y devuelto junto a ella.
Mi
madre es el trabajo, el desorden, el secreto.
Cierra
la puerta, dice que la oyen, la siguen
de
pronto habla en susurros, hace silencio
y
comienza a contar todo de nuevo.
A
gritos pide que la escuche. Le enseño a respirar.
No
dice nada pero me habla. Soy casi feliz.
Largo
verano de la infancia
Alguien
me amó al sol que mi madre encendió. Necesito estar en la luz, deseo que un
hombre regrese. No quiero que me toque el poeta, ni el profesor, ni el ojo del
poder, ni la ciencia del mundo. Quiero ser tocada por los sueños.
Largo
verano de la infancia
Estoy
en lo que más conocí en mi vida: estoy en mi cuerpo. La Shakti que es mi guía
sube los peldaños de madera bañados por el sol; bares vacíos y pequeños, mesas
reservadas para amigos, lecturas y paseos y más arriba ojos de catacumbas, tu
cercana mirada y tu mano tendida para ayudarme a subir tras luminosas pestañas
a flor de tierra.
Largo
verano de la infancia
Siempre
vivirá la sensación de que Ella puede servirse de los cielos, y de las nubes y
las aves para ayudarnos a respirar. Poetas muertos que caminan en la tarde de
sol hacia lecturas en sótanos despellejados: el muchacho que me mira sonríe
como si yo pudiera desearlo todavía.
Se
nubla y se desnubla. Me afirmo en mi carne; me afirmo en lo que creo. Voy al
encuentro de Tu Cuerpo como quien entra en un templo. Voy hacia la iluminación
pero no la busco. Espero que detone la serpiente, el estallido de energía- en
este cuerpo, en este día, en esta playa. Nada puede impedir la visualización
del ascenso de Su Luz.
Mi
vida es un oasis en el desierto. No necesito dormir, el sol me despierta. El
sol como un amigo cercano; el sol como un golpe de espuma en mi cuerpo; el sol
como guía en una tempestad de luz que acuna al mar, a las velas y al cielo.
Me
acostumbré a verlos llegar con las nubes para cambiar mi vida. Me acostumbré a su
presencia: habladores, con poemas que quieren corregir. Me acostumbré a que
hablen de sus esposas, reproductoras jóvenes que no saben retenerlos.
Largo
verano de la infancia
¿Toda
la energía de Tu Cuerpo quiere llenar mi cuerpo? ¿Tu hambre de inmensidad
quiere comer y olvidar?
El
púgil ganaba por puntos esa tarde -extraños dibujos tatuaban sus brazos- en la
única morada -sin paredes ni techo- que tuvimos en el ígneo brillo del verano,
y todo él era hambre de lucha y de inmensidad.
Tu
Cuerpo -luz estallando desde el plexo- entra en mi alma.
¿De
qué otra manera si no estando en mi cuerpo, puedo hacer espacio para que
aparezca Tu Cuerpo?
¿Puedo
hacer dulce violencia con el púgil de hierro y vientre almohadillado en la
única morada mientras la ciudad parece dormida? Meses de leer y corregir,
¿pueden hacer dulce violencia? Humedad de tienda que vende tabaco, pipas y
licores, ¿puede todavía hacer violencia?
Sin
Tu Cuerpo junto al mío muere sin sangre el que no muere mártir; sin Tu Cuerpo
junto al mío soy el atrás de la tienda que vende tabaco, donde el dueño habla
en contra de todo, talla el brezo y desgrana relojes -lentos como hostias-. Sin
Tu Cuerpo junto al mío no sé cómo pedir perdón al poeta en la punta de guadaña
con rocío del ala izquierda del cementerio judío de Liniers.
Largo
verano de la infancia
El
borde de la ciudad es un hombre que se afeita cada mañana y, sin embargo, por
la noche roza y lastima.
Largo
verano de la infancia
¿Soy
esa negra cocina de hierro que espera a un hombre en un sol donde nieva?
Tu
Cuerpo como sangre brillante en un plato de tropa, en la única morada caliente
y oscura; Tu Cuerpo como una conversación en el valle de duraznos; Tu Cuerpo
con extraños dibujos muy cerca de mi aliento; Tu Cuerpo en el espejo como
sombra verde y negra que asciende al galope, por la tarde, cuando la ciudad
parece dormida; Tu Cuerpo que flota como un colibrí y pica como una abeja; Tu
Cuerpo cayéndome como gallo de riña; Tu Cuerpo como un barranco al que no temo
asomarme, y el amor de mi Madre como blandas mazorcas de locura.
Matriarcas
bellas y bestiales, alégrense, estoy donde ustedes nunca soñaron estar. Cara
Rosinna: cuando oteabas el cielo jamás imaginaste este destrozo en el jardín de
la belleza. Los hombres te trajeron engañada: vas a vivir en un palacio de mármol. Viniste como una corderita, 22
días de navegación en el Principesa
Giovannna. Los hombres engañan con palabras dulces, nosotras jugamos a
creerles.
El
sol como la blanca velocidad de la Shakti en mi cabeza, aspira y desgarra hacia
la nuca. El sol entra en la flor de mil pétalos. Desde la raíz el viento de
fuego sube por canales sutiles. Luces se expanden desde el plexo en haces sin
fin.
Voy
hacia Tu Cuerpo sin esperanza ni miedo. En el plexo se proyecta la película de
mi vida. Estoy sola, pero no tanto. Ella está conmigo. Estar en el mundo sin
ser del mundo. Nunca creí lograrlo.
Soy
el lugar donde la Shakti tiende la Luz que Ella es.
Me
ha sacado del mundo.
Estoy
en la camisa de mariposas que es Ella adentro de mí.
Me
ha sacado del mundo.
Shakti
es mi Madre, viene a visitarme. Ella permanece conmigo en la única morada.
Me
ha sacado del mundo, me ha devuelto a mí.
Y
comienza todo de nuevo.
Griselda García (Buenos Aires, 1979). Bouquet Garní + SPAM. La Carta de Oliver. Buenos Aires. 2017.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario