Diego Colomba | El largo aliento



Diego Colomba | El largo aliento


La decisión

Nuestro coche fue aminorando la marcha hasta que se 
detuvo y vos resoplaste.

Estabas cansado, te quejabas, de que no podías dormir,
aunque yo te había escuchado roncar en más de una 
ocasión

preferí no gastarte una broma. Me limité a contemplar
por la ventanilla el resplandor de una estación de
servicio bastante animada.

Llevábamos medio día viajando y aún faltaban seis
horas más según esos choferes somnolientos

que estiraban las piernas cerca de los surtidores que
remarcaban que eran quince los minutos que teníamos
para ir al baño y tomar un refrigerio.

Le pediste una ginebra con hielo al mozo del bar y no sé
qué prurito (te tomabas fácilmente una botella a diario)

te llevó a cancelar la petición: yo solo había señalado
sin mucho énfasis que no me parecía el momento de
pedir semejante cosa

y vos obligaste al mozo a volver sobre sus pasos para
pedirle un café con leche como el mío.

Fue, pienso,algún tipo de concesión a mi demanda
infinita de amor y fruto también de un momento de
debilidad de tu parte.

Pero lo cierto es que no fue una buena decisión y no
me hubiera gustado, pocas horas después, estar en tus
pantalones

que se arrugaban siguiendo tus pasos nerviosos a lo
largos de un pasillo estrecho

apenas mejor iluminado que el mundo exterior.



Aire de familia

Ahora que llevo la barba ensortijada
encanecida desde la nuez hasta el mentón
a una edad en que papá también encanecía
al frente de su familia numerosa
que mi mujer ha encontrado mi rostro enrojecido
mientras bebíamos bajo el cielo pintado de gris
que brotan las várices de mis piernas huesudas
que el vientre abulta y los ojos se hinchan
y el despachante ha sentenciado en otro idioma
que se trata de la última botella por venir
las distancias hablan por sí solas.




Diego Colomba (San Nicolás, Buenos Aires, 1972), El largo aliento. Alción Editora. Córdoba. 2016.

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