María Julia Magistratti | Pueblo


Foto: Sebastián Miquel



María Julia Magistratti | Pueblo



No me gustan las cosas que llegan por la noche.

El circo que ocupaba el descampado 
con una sigilosa extravagancia montaba sus destartaladas piezas.
Y a la mañana siguiente, en la panadería, 
unos seres animados e irreales,
ocupaban el espacio,
desorientando a los niños, los perros y las viejas
que volvían a sus casas sin el mandado.

No me gustan las cosas que se instalan por la noche
como una amenaza que se dice por lo bajo.

Los soldados que todos los 9 de julio esperaban a los gallos 
y el desfile,
hacían el chocolate en los tanques despintados,
el frío del amanecer apretaba la entrepierna 
de los raídos trajes verdes
y el casco helaba el cuero de la cabeza,
los pibes colimbas meaban la leche recién ordeñada.

Abanderados y escoltas aparecían en el horizonte 
como un sol artificial
con maestras que ya murieron de cáncer y desconsuelo.
La noche anterior, las madres almidonaban los uniformes 
y delantales apretando la plancha sobre los dobladillos, 
descargando la furia sin más de entregar a sus hijos a los ojos 
de interventores, generales, jueces, párrocos y altivas 
directoras de escuela.

Mi abuela decía “nunca crean en nada que tenga polleras: 
ni directoras ni ingleses ni sacerdotes”.

No me gustan las cosas que se instalan por la noche
como una verdad susurrada que se dice una sola vez

o una sirena
que no viene de ningún lado
pero viene hacia nosotros.


María Julia Magistratti (Azul, 1976), Pueblo. La Gran Nilson. Buenos Aires. 2015.

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