Enrique Solinas | Río de la memoria
Con el padre íbamos a pescar al río,
eran tiempos lejanos y violentos,
como ya sabrás.
Los peces desaparecían y nadie
era capaz de preguntar por ellos.
Yo prefería bañarme en el río,
que el río me abrace, me atraviese,
entrar en su cuerpo, con la certeza
de que nadie se baña dos veces
en las mismas aguas.
El padre pescaba y luego,
devolvía al río sus peces.
“Cada cosa en su lugar”,
decía el padre,
“lo que viene del agua,
al agua debe ir”.
Con el padre íbamos a pescar al río,
había peces de colores diversos,
como ya sabrás.
Yo tenía siete años y me creía pez,
compartía con ellos
un ritual incomprensible.
Había uno que siempre aparecía
y tenía el color de la esperanza.
Había uno que siempre se mostraba
y de repente desapareció.
Lo buscamos por toda la eternidad,
lo buscamos, lo buscamos
a lo largo y a lo ancho del río.
Nadie quiso decir en dónde estaba.
Nadie pudo explicar
adónde van
los peces cuando mueren.
Y todavía hoy,
que ha pasado el tiempo,
cierro los ojos y recuerdo,
y me sumerjo en las aguas,
otra vez.
Viene hacia mí de nuevo
el pez de la esperanza.
Voy de nuevo hacia él,
como la única verdad posible.
Nadie pudo explicar
adónde van
los peces cuando mueren.
Y todavía hoy,
que ha pasado el tiempo,
cierro los ojos y recuerdo,
y me sumerjo en las aguas,
otra vez.
Viene hacia mí de nuevo
el pez de la esperanza.
Voy de nuevo hacia él,
como la única verdad posible.
Enrique Solinas (Buenos Aires, 1969), Barcas sobre la zarza ardiente. Ediciones Del Dock. Buenos Aires. 2016.
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