Diana Bellessi, Nos hicimos a la mar a medianoche...



Diana Bellessi, Nos hicimos a la mar a medianoche...


XII

Nos hicimos a la mar a medianoche,
una pequeña colmena de pescadores.
Con dinamita
sacaban la carnada;
vi los hermosos jureles corcovear
entre las manos diestras. Vomitando
y casi ciegos los vi caer
tras una niebla de sangre
golpeados contra las tablas.
Era buena la pesca,
cada ola me tiraba al piso, y reía
y lloraba agarrándome de tus piernas
por tanta fortuna, tanta desgracia.
Qué joven tan hermoso. ¿Sabías
cuando te encontré en París,
después de creerte muerto,
y nos abrazamos en una esquina
de Vincennes como locos,
sabías, que te hubiera hecho el amor,
el veloz el misterioso,
aquella única madrugada
que pasamos juntos
con siete pescadores
en el puerto salobre de Antofagasta?


V

Dormí a la sombra de su casa
en la Isla San Cristóbal, bautizada Chatman
por balleneros norteamericanos.
Me invitó con té, un mazo de cartas y su serena
desgracia. Caminé despacio. Playas de seda
festoneadas de cangrejos e iguanas,
el volcán al centro y las lloviznas sobre el lago,
los naranjales pudriéndose a orillas de las estancias.
Después me fui a Floreana, la de la arena negra,
y a Santa Cruz, donde abundan las tortugas gigantes,
los refugiados nazis y los manglares.
En la Isabella recogimos cocos con el chileno
pescador de tiburones, a quien luego perdí el destino
y quizás, se hizo a la mar en balsa
de Guayaquil a las Galápagos.
De regreso visité al ciego, contador de historias,
guitarrero, en cuya casa dormí.
Me dio una carta para sus parientes
en Guayaquil. Y nunca la entregué.
¿Sería de vida o muerte?,
¿de qué sería la espesa grafía que dictara el ciego
puesta entre mis manos sin sospecha?
Nunca la entregué.
Estará esperando todavía.
Estará esperando.


Diana Bellessi (Zavala, Santa Fe, 1946), Crucero ecuatorial. Viajero insomne editora. Buenos Aires. 2014.

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